Ernesto aturdido por haber hablado de más la noche anterior y por haber conocido a Violeta no sabía qué decirle a Juan, aunque al verlo con mala cara improvisó:
-Oye Juan, que tengo una orquesta desafinada dentro de la cabeza y como no estoy acostumbrado a beber me pregunto si es normal. Salí a que me diera el aire y sin darme cuenta llegué a tu casa.
-Jajaja, qué cosas dices, una orquesta desafinada, pero bien pensado no está mal la comparación. Si te consuela en mi cabeza suena un solo de bombo. Pero me alegro de que hayas venido, hombre. No todo es trabajar en esta vida.
-Si claro. También te quiero pedir disculpas por la cantidad de tonterías que dije anoche, debe ser que el alcohol se adueñó de mi lengua, por lo que recuerdo hasta me inventé historias. Ya sabes que normalmente no soy así.
-Pues fíjate que no me acuerdo de nada de lo que hablamos, solo que lo pasamos bien y con eso me quedo. ¿Ya se presentó mi hermana Violeta?
-Si, si. Es muy educada.
-Educada y terca como una mula, pero qué le vamos a hacer...
Ernesto tenía que ordenar sus pensamientos y se despidió.
Pensaba en Violeta, en que Juan decía no acordarse de nada, en los ojos de la muchacha, si sería cierta la amnesia del amigo.... Demasiado para su mente resacada.
Llegó a su casa y aunque el cuerpo le pedía permanecer lo que quedaba de día en posición horizontal, apenas comió volvió a remover las tierras, pensando que mantener la mente ocupada lo vaciaría durante un rato de angustias, pero no fue así, mientras hurgaba los mismos pensamientos inoportunos lo invadían.
¿Y si Juan le había mentido y sí recordaba lo hablado la noche anterior? ¿Y si en otro momento de borrachera le daba por contarlo a terceros? ¿Y si.....? Demasiados "y si" que le hacían recordar lo que su madre a menudo le decía: "La suerte no es de quién la busca, si no de quién la encuentra".
El lunes se presentó en el trabajo decidido a no mencionarle el tema a Juan, a ver por donde salía. También quería saber más de Violeta, pero no se atrevió a preguntarle al compañero.
A la hora del descanso Juan se lamentó de haber olvidado el bocadillo, Ernesto se ofreció a compartir el suyo justo cuando llegó la joven que le estaba quitando el sueño.
-Buenos días señores. Juan, no te dejas la cabeza porque la tienes pegada. Toma, tu bocadillo.
-Ah hermanita, llegas a tiempo, casi dejo a Ernesto a media vela.
Ernesto volvió a prendarse de aquellos ojos, la saludó nervioso y ella se sentó a su lado como si lo conociera de toda la vida. Estuvieron charlando los tres hasta que tuvieron que regresar a trabajar.
El día siguiente volvió a aparecer la muchacha con unos bollos recién hechos para compartir con Juan y Ernesto.
A mi abuelo le supieron a gloria, y Violeta le dijo que le gustaba hacer postres, que su sueño era algún día poner su propio negocio de repostería.
Y así día a día volvía con algo comestible para acompañar al triste bocadillo, aunque a Ernesto aquellas visitas le endulzaban algo más que el estómago.
Juan se daba cuenta de la forma que tenían aquellos dos tortolitos de mirarse, sabía que su hermana utilizaba la excusa de los dulces para pasar un rato con Ernesto, pero conocedor del carácter cerrado del compañero prefirió no entrometerse con ninguna broma.
Le gustaba como cuñado, si algo tenía que pasar, pasaría.
Y pasó.
Ernesto y Violeta comenzaron a salir.
Se complementaban, se deseaban, solo respirando el mismo aire se sentían completos y Ernesto no dudó en presentársela a su madre. El primer paso ya estaba dado.
A Julia conocer a Violeta la hizo feliz, por su hijo por supuesto, pero también por que entrara en aquella casa otra energía femenina. Congeniaron desde el primer momento.
Quedaba la prueba de fuego antes de proponerle matrimonio. Tendría que explicarle el secreto familiar del tesoro y su hasta el momento infructuosa búsqueda.
Aparte de a su madre, nunca se lo había contado a nadie intencionadamente y le producía cierta inquietud, pero su corazón le decía que debía confiar en Violeta.
Cuando al fin se atrevió a explicarle el porqué de aquellas tierras llenas de agujeros en cualquier parte, Violeta lo aceptó extrañada, pero le dijo que no se preocupara, que sabría mantener oculta aquella información si tanto le preocupaba que se supiera.
No tardaron en casarse.
Por supuesto vivirían en la casa de Ernesto, había sitio de sobra. La convivencia de los tres era buena y lo más importante, el joven se prometió no descansar hasta que encontrara lo que su padre años atrás había entregado a la tierra.
Continuará.
Nota: Como la semana pasada dije soy rica en amigas y hoy es el cumpleaños de Astrid.
Mil besos amiga.
Maravillosa historia amiga, me gusta. Muchas gracias por las felicitaciones. Un súper abrazo para ti 😘😘
ResponderEliminarYa verás como se vuelve más interesante según va transcurriendo la historia, como siempre los primeros capítulos son como una presentación.
ResponderEliminarDisfruta de tu cumpleaños.
Un abrazo amiga.