jueves, 29 de septiembre de 2022

Vinilos. Capítulo II.

 Con la de meses que llevaba sin escribir y ahora llevo un par de días buscando huecos para coger el bolígrafo.
Al final acompañé a Daniela a sus compras en Carrefour. La dejé babeando en la sección de bebés mientras me dirigí a la parte que me interesaba. Imaginé que cuando preguntara por un tocadiscos me mirarían como si fuera un perro verde y más teniendo en cuenta la juventud de la empleada que me atendió. Y para mi sorpresa me dirige a unas estanterías donde hay varios modelos. No salgo de mi asombro y elijo uno sencillo que por tamaño y precio me parece adecuado. La dependienta me explica no se qué de bluetooth y yo la miro como si la entendiera. No me entero de nada, ya le preguntaré a Daniela, pero estoy tan contenta con mi tocadiscos.....
Mi hija me acompañó a casa, así pudo ver el aparato y me explicó que está preparado para poner un pendrive y grabar. Vale, a esta generación no se le escapa nada relacionado con la tecnología, pero no tenía ni idea de como se pone un disco. 
Al fin sola cojo el de Grease por estar más a mano. Lo importante es comprobar como funciona, ya tendré tiempo de hacer una buena elección. No me esperaba que el sonido fuera tan bueno, además, hasta me han hecho gracias las canciones, pensé que musicalmente serían un despropósito pero no. 
Y lo pude escuchar con una serenidad que no esperaba, imaginaba que al viajar a un pasado tan lejano, la nostalgia me atraparía, pero no fue así. Debe ser que la edad me ha templado.
Entre una cosa y otra se me ha ido el día y tengo mil cosas que gestionar antes de acostarme. Podría poner algún disco mientras hago las tareas pendientes, pero no, quiero sentarme a escuchar mis discos a conciencia. Mañana será otro día.
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Después de la jornada laboral regreso a casa aliviada, no tocan compras, aunque la nevera está medio vacía. Ya me apañaré con lo que tengo y antes de que vuelva X me ocuparé de lo humano, ahora toca lo divino. Aparco la idea de coladas, planchas y demás familias, esta tarde me la dedico a mí y a mis discos.
Elijo uno de Silvio Rodríguez y otro de Mercedes Sosa a conciencia. Por la experiencia de ayer no me atrapará la añoranza, sencillamente quiero disfrutarlos.
Y boom, es tal la emoción que siento al escuchar esas canciones que me siento como si una ola gigante me hubiera cogido desprevenida empapándome de la cabeza a los pies. El arrebato sensorial es brutal y por primera vez en mucho tiempo me siento viva con mayúsculas.
Lo primero que pienso es que debo describir estas sensaciones, retomar este blog de tapas duras que me sirve de confidente y que había abandonado por las cotidianidades que nos van engullendo.
Así que aquí estoy, bolígrafo en mano, dispuesta a convertir la tinta en esta hemorragia de palabras.
Luego de la emoción analizo mis pensamientos. Me doy mi tiempo, tengo que desenredar esa madeja desordenada que ocupa mi cabeza.
Primero constato que apenas escuchar los primeros acordes de esas canciones por tanto tiempo olvidadas me vienen a la mente las letras. ¿Cómo es posible que después de décadas las pueda recordar? Va a ser cierto eso de que la memoria musical es la de las últimas que se pierde y sigo desenredando mis pensamientos para darme cuenta de que he cantado a pleno pulmón mis queridas canciones. ¿Cuánto tiempo hacía que no cantaba?
Constato que básicamente mis discos son de cantautores de música protesta, ¿se seguirá diciendo música protesta? Aparte de los mencionados tengo vinilos de Joan Báez, Nacha Guevara, Víctor Jara....
Nunca me gustó la música de discotecas ni frecuentarlas. Lo que me iba era una letra que me dijera algo y si ese algo incendiaba mi rebeldía natural mejor que mejor.
Cuando tenía sobre los 18 años a mis amigas les dio por ir a discotecas, las acompañé un par de veces. No me gustaba la música ni su volumen, ni tanta gente en aquellos antros oscuros y llenos de humos.
Cambié ese humo por el de los porros y la compañía femenina por un par de amigos nuevos que había conocido.
Rememorar a esas personas me va a doler, pero llegar a esta especie de catarsis quizás sea necesario.
Manuel y Pedro, mis nuevos amigos. Los conocí a través de una buena amiga que estaba saliendo con Pedro. Ellos vivían por la zona del Parque San Telmo y una tarde mi amiga Lina me dijo que fuera con ella, que eran tíos enrollados. 
En aquel primer encuentro algo pasó entre Manuel y yo, nos gustamos. Lina al poco tiempo dejó de estar con Pedro y pasé a ser el tercer ángulo de aquel triángulo. Manuel, Pedro y yo, juntos a todas partes, compartiendo formas de ver la vida, con los mismos gustos musicales, las mismas inquietudes, las mismas rebeldías.
Pedro y yo nos llevábamos bien, pero con Manuel fue diferente. Era mi alma gemela y no tardamos en enredarnos espiritual y sexualmente.
Menos mal que estas palabras no las va a leer nadie.
¡Uf! bien de recuerdos, pero si me enrollo ahora con aquella relación me desvío de mi propósito inicial.
Además, las tripas me rugen, mejor como algo y continúo mañana con la escritura.

Continuará.






2 comentarios:

  1. Lina me dice mucho y me ha hecho recordar también a mi esas sensaciones y sentimientos que estaban en algún lugar agazapados... gracias por traerlos a mí memoria. Un fuerte beso amiga

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  2. La memoria emocional a veces nos sorprende. Espero que sean buenas las sensaciones que te han traído los recuerdos. Un abrazo querida.

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