miércoles, 21 de diciembre de 2022

Una vida normal. Capítulo I.

 Hasta los 3 años tuve una niñez perfecta.
Mi familia cubrió afectivamente todas mis necesidades y aunque yo no fuera aún consciente, la inmobiliaria que tenían mis padres daba sus buenos réditos. Nunca me faltó de nada.

Cuando empecé en el colegio coincidimos en la misma clase 3 niñas con el mismo nombre: "Paula".
Para diferenciarnos l@s niñ@s  nos llamaban: Paula la morena, Paula la rubia y Paula la coja.
La coja era yo.
Nací con algo llamado dismetría, que consiste en tener el fémur, tibia y peroné más cortos. En mi caso en la pierna derecha. 
Eso me obligaba a llevar el zapato derecho con feas alzas para igualar la longitud de mis piernas.
Comencé a sentirme menos entre los otros niños y el apodo de "Paula la coja" me horrorizaba y aunque en el colegio no lo manifestara en casa era otra cosa.
Mi padre me intentaba compensar con regalos materiales que me convirtieron en una niña caprichosa, pedía tantos juguetes que al final ni los disfrutaba y mi madre intentando hacer lo mejor me sobreprotegió exageradamente. 
Terminé siendo una niña insoportable.
Solo había un miembro de la familia que veía que mis padres sin querer me estaban mal educando. Era, es, mi tío Chago. Por esas cosas del destino mi tío tenía su propia clínica de traumatología y Santiago Jaraba (Chago) estaba considerado como unos de los mejores de la isla.
Por supuesto llevó mi caso desde que nací. Me había explicado desde el minuto uno lo que le pasaba a mi pierna y que cuando terminara mi desarrollo físico sobre los 18 años, me podía someter a una operación para acortar la pierna más larga y obtener la ansiada simetría.
A una niña pequeña que le digan que tiene que esperar hasta los 18 años para lo que sea no le entra en la cabeza y me veía a  mí misma como el ser más desgraciado del planeta.
 De alguna forma tenía que explotar esa condición, así cuando quería algo y se me negaba lloraba exagerada, hipando, con mocos... todo el repertorio que me servía con mis padres y que con Chago nunca dio resultado.
Mi tío siempre me llamó bicho y hacía oídos sordos a mis berrinches. Cuando descubrí que con Chago no funcionaban decidí que no valía la pena gastar energías con él. Mientras funcionaran con mis padres...
Chago al darme un beso al mismo tiempo me pellizcaba. También tenía lo que me parecía otra fea costumbre, regalarme libros en mis cumpleaños y cuando le parecía bien. 
A pesar de lo que me parecía  mal comportamiento por parte de mi tío yo siempre lo quise mucho, sabiendo que aunque se hiciera el duro conmigo la mirada no la podía disimular. Y a los niños no nos engañan los ojos de los adultos. Puede que perdamos esa facultad al crecer, pero de chicos no.
 
Cumplí los 7 años y tocaba revisión de mi pierna; fuimos mi madre y yo a la clínica de mi tío. Todo lo relacionado con mi dismetría me parecía una tortura, aunque fuera una simple radiografía. Así cuando estuvieron los resultados mi ánimo era tirando de peor a pésimo.
Mi tío al ver los resultados de las pruebas se llevó las manos a la cabeza.
-Esto está muy mal Bicho, no estás haciendo los ejercicios que te mandé y tus músculos se terminarán atrofiando del todo. Y tú Alicia, ¿no te das cuenta de que no está haciendo lo que debe?
-Es que dice que le duele Chago, yo ya no sé como meterla en cintura. Apenas la ponemos a hacerlos llora quejándose de dolor.
-Le tiene que doler, coño hermana, que parece mentira que tu marido y tú se dejen manipular de esa manera por una esta niña malcriada. O me hacen caso o se buscan otro traumatólogo.
-No no Chago, dime lo que necesita que ya me ocupo de que se cumpla.
-Pues a sufrir toca, tiene que doler y lo mejor -ahora que está de vacaciones- es que pase los 3 meses de verano en la playa haciendo lo que yo le diga.
-Chago ¿tres meses en la playa? Ya sabes que Mario y yo no podemos dejar tanto tiempo el trabajo.
-Pues mejor me lo pones, que esté sin ustedes es lo que necesita. Tienen una inmobiliaria, no les costará encontrar un apartamento o casa cerca de una playa. La cogen y le pones a una persona que esté durante el día con Bicho y se asegure de que haga lo que tiene que hacer. 
-¿Te refieres a que contrate a algún fisio?
-No, me voy a encargar yo de dar con la persona adecuada. Mano de hierro o esta niña va a seguir haciendo lo que le dé la gana.
Yo no pude sino llorar -con ganas por una vez- 3 meses haciendo ejercicios en la playa. La odiaba desde que noté como mi cojera se acentuaba al caminar en la arena, haciéndome pensar que todos l@s niñ@s se burlaban de mí o me tenían pena. Y para colmo, con una persona elegida por Chago; seguro que buscaría a la más dura del mundo. Me quería morir.
-Bicho, ya puedes llorar lo que quieras y más, esta vez se me hace caso o se me hace caso. ¿Entendido?
-Si, conseguí decir entre hipidos. 
Tenía que pensar alguna estrategia para deshacerme de la tortura que me esperaba.

Continuará.





2 comentarios:

  1. Pinta bien la historia, conociendo a la escritora se que tendrá su parte de dulzura... Feliz Navidad amiga 😘😘😘😘

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  2. No te fíes, que la niña nos salió caprichosa.
    Un abrazo amiga.

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