A mi tío la idea del surf le pareció bien. Mis padres se lo tomaron con más reservas, pero Chago terminó por convencerlos.
Yo estaba que no cabía en mí y tenía a mi cuidadora mareada con mi insistencia, que si necesitaba YA una tabla, también un neopreno.... Que en la tienda Burbujitas vendían unas prendas divinasssss y qué sé yo que más.
Mara me dijo que me olvidara de tiendas pijas, para empezar lo más correcto sería una tabla de segunda mano adecuada a mi edad y que lo del neopreno se iría viendo, igual a la tercera caía de la tabla me aburría y no quería seguir.
Yo que ya me imaginaba embutida en un precioso neopreno sobre una reluciente tabla di mi brazo a torcer, quería empezar ya, ya, ya.
Fuimos a una de las tantas tiendas que en Guanarteme se dedican al tema del surf por su proximidad a la Cícer y que también vendían material de segunda mano. Mis ojos golosos se prendaron de las tablas nuevas, pero por primera vez en mi vida opté por no montar un numerito para conseguir lo que quería. Lo que me apremiaba era empezar, ya conseguiría lo demás.
Por supuesto el primer día fueron mayores las caídas que las permanencias sobre mi tabla de segunda mano, pero me levantaba segura de que lo conseguiría y lo volvía a intentar. Una y otra vez, una y otra vez, hasta que conseguí permanecer el rato suficiente sobre la tabla para sentir la mejor experiencia de mi vida.
Solo existíamos el mar y yo al margen de cualquier circunstancia externa. Me olvidé de mis piernas, la sensación de cabalgar con un mar que me lo permitía lo ocupó todo.
Al terminar la primera jornada estaba molida y feliz. El monitor me dijo que el mar me quería y que en vez de Paula debería llamarme Pa-ola.
El juego de palabras me encantó y le pregunté a Mara.
-¿Tú crees que si digo que me llamen Paola lo harán?
-Por probar no pierdes nada.
Se lo dije a mis padres y aunque a veces se les escapaba Paula terminaron por acostumbrarse a mi nuevo nombre.
Y pasé de Paula la coja a llamarme Paola, con una excepción, mi tío que siguió llamándome bicho.
No tardé en aguantar sobre la tabla sin caerme. Bueno, me caía lo justo para volver a la realidad y ver que no era una sirena bailando con las olas, aunque yo así lo sintiera.
El verano pasó tan deprisa.... cuando me quise dar cuenta teníamos que dejar el apartamento en Las Canteras y volver a la rutina. No sabía cuanto iba a echar de menos el salitre.
Mi tío me hizo un nuevo reconocimiento y quedó muy satisfecho, las pruebas mostraron que mi pie derecho se había fortalecido más de lo que él había esperado.
-¿Ves tío? el surf me ha hecho mejorar mi pierna chunga, por favorrrrr, tienes que hablar con mis padres para que me dejen seguir practicándolo aunque se acabe el verano.
-Está bien Bicho, hablaré con ellos. Estoy tan contento con tu evolución.... tú no te das cuenta, pero no solo es tu pierna la que ha mejorado.
Sacó de su cartera unos buenos billetes y me los dio diciendo:
-Toma, te lo has ganado, dile a Mara que te lleve a comprar un buen neopreno.
Mara, tenía que despedirme de ella sin saber si nuestras vidas se separarían para siempre o podríamos mantener algún tipo de contacto.
Recordé como la odié al principio de aquel verano mágico, sin saber que el futuro se ocuparía de que la echara mucho de menos.
Continuará.
El mar, que importante para nosotros, nos hace sentir libres y desde luego nos ayuda a curar heridas y a sanarnos.....😘😘😘
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo.
ResponderEliminarUn abrazo amiga.