Eché de menos a Mara, pero lo que no esperaba es que fuera a añorar tanto al mar.
Con el inicio del nuevo curso no podía practicar surf todos los días, tendría que conformarme con los fines de semana.
Por suerte mi isla es redondita y con mucho relieve. Casi desde cualquier lugar puedes ver el mar y sin darme cuenta mis ojos lo buscaban aunque estuviera en lo más alto de Gran Canaria. Allí aparecía bajo el mar de nubes, o desde cualquier azotea, también lo veía casi desde cualquier lugar cuando iba en coche. Siempre estaba y yo repetía el mismo mantra: espérame.
Después de aquel verano con Mara supe que algo había cambiado, reconocí que había sido una niña mimada, caprichosa. Cambié de piel dejando ir a la niña insoportable que había sido. ¿Qué me hizo cambiar? ¿Mara? ¿El mar?
Mara viajaba constantemente, pero en verano siempre aparecía de la mano de mi tío.
Una vez Chago me dijo que ella viajaba durante meses, pero siempre volvía para disfrutar del verano en Gran Canaria. Quería convertirse en sanadora o algo así y había convivido con chamanes en diferentes países. Esa mujer era un enigma para mí, pero siempre me alegraba verla a pesar de sus rarezas.
Me preguntaba como se ganaría la vida, hasta que mi tío me dijo que Mara era hija única de una familia adinerada. Sus padres le habían dejado una herencia que le permitiría vivir toda su vida sin dar palo al agua. Ella había estudiado Derecho llegando incluso a ejercer, pero terminó asqueada por lo que consideró una justicia hecha por los ricos para los ricos y lo dejó. Se dedicó a viajar para enriquecerse espiritualmente que era lo que realmente le importaba. Yo siempre había pensado que mi tío le había pagado por cuidarme aquel verano, pero no, Chago me explicó que Mara lo hizo porque él se lo había pedido. Le dije a mi tío que Mara debía quererlo mucho para soportar a una niña insufrible durante todo un verano a cambio de nada, pero Chago me explicó que ellos no lo veían así. Y lo más importante, había sido la persona adecuada.
Yo no sé que extraña alianza había entre ellos, Mara llegó a decirme que sin ser hermanos ella y Chago estaban hermanados por cosas que venían de una vida anterior. Las cosas de Mara.
Fui cumpliendo años y mi pasión por el mar aumentó. Siempre que podía me escapaba un par de horas a practicar surf y fue mi principal actividad durante los veranos. Entre el oleaje era libre y lo demás se acallaba, no existía.
Al terminar el colegio fuimos de viaje de fin de curso a Madrid. El segundo día no sabía qué me pasaba, pero estaba extraña, como si me faltara algo, hasta que me comprendí que mis ojos buscaban un mar que allí se me negaba. Era contradictorio, pero la falta del mar me ahogaba.
Tuve una adolescencia normal, o sea: probé "sustancias", descubrí el sexo, me enamoré, me desenamoré... pero todos los males desaparecían cuando me subía a mi tabla.
Llegado el momento de iniciar una carrera no lo tenía claro. Mis padres me decían que hiciera algo que me apasionara, pero a mí lo que me apasionaba era coger olas, respirar salitre.
No quería ser una "niña bien" que viviera a costa del dinero familiar. Quería hacer algo por mí misma, buscarme la vida.
No me veía teniendo un trabajo normal, con sus horarios y cadenas que me alejaran del mar. Pensaba que sería ideal montar mi propio negocio relacionado con mi pasión, pero si quería dedicarme a ello llegaba tarde. El mundo del surf estaba más que trillado: escuelas de surf, tiendas de surf...
Así sin saber bien por donde tiraría opté por matricularme en ADE, antigua Empresariales. Si en algún momento veía la luz para saber qué quería emprender, por lo menos que tuviera conocimientos que me fueran prácticos.
Los dos primeros años me resultaron aburridos, pero algo me decía que no debía abandonar la carrera.
Mara y yo habíamos comenzado a escribirnos mediante correos electrónicos, aunque a ella le gustaba de vez en cuando enviarme alguna carta manuscrita desde donde fuera que estuviera. Decía que así me podía transmitir mejor sus energías. Yo como siempre tomaba "sus cosas" con escepticismo, pero me gustaba seguir en contacto con ella.
En una de sus cartas me dijo que había estado en Méjico y había tenido una experiencia con el peyote y había visto que teníamos un futuro juntas en alguna actividad laboral. Como no sabía lo que era el peyote lo busqué y entendí que era un hongo que provoca alucinaciones. Me dije que esa mujer no tenía cura con sus rarezas, pero en el fondo envidiaba el modo libre que había elegido para vivir.
Me acercaba a los 18 años y supuestamente había llegado el momento de mi operación. Tendría que acortar el largo de mi pierna izquierda para tener por fin dos piernas con la misma simetría.
La noche anterior a la intervención estaba nerviosa, como si estuviera a punto de cometer un error.
Repasé lo que había supuesto en mi vida aquella minusvalía. Vale que de pequeña me había afectado, pero también me había dado mi toque especial encima de la tabla de surf. ¿Y si operada desaparecía?
A mí el mar me había dado la seguridad que necesitaba, no dejé que me afectara mi cojera en mi vida cotidiana cuando fui creciendo, lo único que seguía odiando eran los zapatones feos con el alza que estaba obligada a llevar. Siguiendo un impulso le escribí un correo a Mara, por puro desahogo le conté mis dudas, a saber cuando lo leería. Pero para mi sorpresa estaba conectada porque me respondió sobre la marcha.
-Si el inconveniente en tu vida son los zapatos feos que tienes que llevar, crea los tuyos propios. Cuenta conmigo para lo que sea.
Continuará.
Genial relato amiga, me encanta 😘😘😘
ResponderEliminarY a mí me encanta que te encante.
ResponderEliminarUn abrazo Astrid.