Todo seguía su curso con normalidad.
El embarazo, después de las típicas molestias de los primeros meses, iba bien. Estaba feliz y deseando verle la cara a mi niña.
El negocio funcionaba sin contratiempos. Al tener menos carga de trabajo tras negociar la patente con los alemanes, tenía tiempo libre que disfrutaba con la familia. Me di cuenta de que con el trajín de los años anteriores la tenía un poco abandonada. ¿Me daba cuenta de esas cosas porque iba a ser madre? Supongo que sí.
Mi madre compraba toda la ropa de bebé que le gustaba y al parecer toda le gustaba, hasta mi tío Chago aparecía con regalitos para su "nieta".
A pesar de ir todo bien seguía esperando que pasara algo malo que afectara a nuestras vidas. No lo podía evitar.
Mara me acompañaba a menudo en mis paseos marítimos hablando de lo divino y de lo humano. Para ser fieles a la verdad, ella más de lo divino y yo de lo humano. Pero ya estaba acostumbrada a la filosofía de vida de la que con los años se convirtió en algo más que una amiga. Sobre todo la respetaba y si ella era feliz hablando de reencarnaciones y cosas parecidas a mi no me molestaba.
Y lo mejor, recuperar el contacto seguido con el mar me serenaba, me daba la vida.
Mara tenía que viajar a Alemania para supervisar que todo fuera como se había estipulado en el contrato. Ahí yo era muy picajosa, si me fallaban en cuanto a calidad y diseño el contrato quedaría rescindido. De momento cumplían, pero como dice el refrán: "el ojo del dueño engorda al ganado".
Poco antes de partir encontré a Mara como más pensativa, pero al preguntarle si le sucedía algo me decía que estaba bien, que no me preocupara.
El mismo día que Mara partió hacia Alemania me puse de parto. Yo estaba en la semana 38 y al parecer Marina ya estaba preparada para nacer.
Hoy te veo la cara, me dije cuando rompí aguas y nos dirigimos al Hospital Materno Infantil. Un Gonzalo nervioso avisó a mis padres y a mi tío. Sabiendo que en esos momentos Mara estaría volando le dije que le enviara por lo menos un mensaje. Ya lo vería cuando llegara a tierra.
Me dio pena que no estuviera en aquellos momentos, pero hay cosas que cuando se presentan no tienen vuelta atrás. Así que a parir tocaba.
Lo que en principio parecía un parto normal se complicó a última hora. La niña venía con 2 vueltas de cordón y en una postura que no era la habitual. Le costaba salir, así me tuvieron que hacer una buena episiotomía, vamos que me rajaron más de lo habitual. La niña estaba azul, cianótica y no lloró al nacer. Por la cara del personal del paritorio pude ver que algo no iba bien. En un momento dado alguien dijo "la perdemos" al ver que la reanimación no estaba dando resultados. La pusieron sobre mi pecho, supongo que para que la viera y me despidiera.
Pensar que mi niña no viviría hizo que una garra invisible me desgarrara. ¿Cómo podía sentir tanto dolor por aquella criatura tan pequeña?
Lo siguiente que recuerdo es que la niña estando sobre mi pecho de repente abrió los ojos y fue como si algo le insuflara la vida, le ordenara a sus pulmones que respiraran, a su llanto que apareciera..... y se hizo el milagro. Tenía un reloj enfrente y no sé porqué me fijé en la hora, eran las 10,30.
Finalmente Marina se recuperó bien, pero el susto que nos dio a su padre y a mí para nosotros queda. Cuando pasó todos nos dijeron que la niña había dejado de respirar al poco del nacimiento. Pero que había sido tan poco tiempo que no arrastraría secuelas, aun así le hicieron todo tipo de pruebas y no aparecieron problemas por los que preocuparnos.
Al día siguiente vinieron a conocer a la niña mis padres y mi tío, noté que algo no iba bien, no podían ocultar que estaban tristes a pesar de entusiasmarse con la niña. Aterrada supuse que algo iba mal con mi hija, pero los médicos nuevamente me aseguraron que estaba todo perfecto. ¿Qué estaba pasando? Esperaba que cuando regresaran por la tarde me contaran lo que fuera. Se llevaron a la niña para una revisión rutinaria y me quedé sola durante un rato. Encendí la tele a la hora de las noticias, anunciaron que un avión que había partido desde Gran Canaria hacia Alemania había sufrido un accidente, no había supervivientes.
Se me encendieron todas las alarmas, ¿sería el vuelo de Mara? Me había extrañado no recibir ninguna llamada suya, ya debía saber que la niña había nacido. Y las caras de mi familia.... ¿me estarían ocultando que Mara era una de las víctimas? Llamé a mi tío, sabía que si estaba en lo cierto él no me mentiría. Me dijo que estaba cerca y se daría un salto, así podía ver de nuevo a su "nieta".
Llegó al rato y me bastó con mirarlo a los ojos para entender que Mara era una de las víctimas del accidente.
El llanto de mi hija reclamando el pecho hizo que Chago y yo sacudiéramos nuestras lágrimas. La vida se abría paso a pesar de todo.
Recordé que Mara últimamente me hablaba mucho de la reencarnación, de los ciclos de la vida. Se empeñó en recalcar que las cosas no son como pensamos la mayoría de las personas, que no hay fin, que cuando las almas están hermanadas vuelven a vivir juntas, que se siguen queriendo. También caí en la cuenta de que estaba extraña antes de coger aquel maldito avión. ¿Acaso sabía lo que iba a suceder y me estaba preparando?
En aquellos momentos pensar que quizás tuviera razón me ayudó a despistar el dolor, supongo que lo procesé así por pura supervivencia emocional.
Mara, Marina, recién caía en la cuenta de que el nombre de Marina contenía el de Mara. Ambos nombres con las 3 letras mágicas: M A R. Ya le había dicho a Gonzalo que en cuanto saliéramos quería presentar a la niña ante el mar.
Me vino a la cabeza que la hora del accidente había sido a las 10,30, cuando mi niña se había recuperado. ¿O había vuelto a la vida?
Miré dentro de la cuna preguntando: ¿Mara, eres tú?
Fin.
Espectacular final amiga, se me han saltado las lágrimas, consigues transmitir tanto....no me esperaba este final para nada . Besos
ResponderEliminarEl final según como se mire no tiene por qué ser malo.
ResponderEliminarY gracias por tus palabras, como siempre, un abrazo Astrid.
La semana próxima una historia totalmente diferente.