jueves, 6 de abril de 2023

Objetos perdidos. Capítulo II.

 Al final ayer hubo un problema informático y a la espera de que vinieran a solucionarlo no pude introducir en la base de datos los objetos que trajo Raquel. Pero algo hay que hacer y decido ir chequeando "el alijo" por adelantar tiempo.
Me encuentro lo habitual, algún abrigo olvidado, un teléfono móvil, una bolsa sin abrir de golosinas que irá  a la basura (no guardamos nada orgánico), un paraguas, etc. etc. Y la carpeta grande y violeta que aún no he mirado. No sé por qué pero la dejo para el final.
Seguramente el móvil será de algún adolescente despistado que sin duda pasará por aquí como último recurso, después de haber revuelto Roma con Santiago buscando su bien más preciado.
Justo lo estoy pensando y viene un chico de unos 14 años preguntando por su teléfono. Le pido la contraseña y compruebo que sí, que es el suyo. Se pone tan contento que parece que en vez de recuperar su móvil le hubiera salvado la vida donándole un riñón. Ya casi no me presta atención cuando le pido sus datos para rellenar el formulario pertinente. Claro, debe tener cientos de whatsapps sin mirar, me digo con ironía mientras le quito el puñetero móvil para que me atienda y se obra el milagro. Por fin puedo terminar el trámite y se lo devuelvo. Lo veo salir con la cabeza gacha pegado a la pequeña pantalla que le devolvió la vida. En fin, si yo tuviera su edad igual actuaría de la misma forma, para que nos vamos a engañar.
Recuerdo que hace días que no hablo con mi amigo Pepe, a ver si quedamos para charlar un rato delante de una cervecita fría, a él que es periodista le encantan las anécdotas relacionadas con mi trabajo. Me anima a ir escribiéndolas para en un futuro hacer él un libro sobre el tema. Lo cierto es que razón tiene, siempre pasa algo que me descoloca en este trabajo, como lo de la cometa. Luego lo llamo.
Me queda por revisar el contenido de la carpeta cuando llega el informático y la vuelvo a dejar para más tarde. El problema era más grande de lo que esperaba y se va la mañana en un suspiro.
Ya en casa de repente recuerdo la carpeta sin mirar ni inventariar. No sé por qué pero me da cosa no haberlo hecho hoy, ya sé que contiene dibujos por lo que me dijo Raquel. No se va a acabar el mundo por no haberla mirado antes, pero me digo que en cuanto llegue mañana lo primero que haré será ocuparme de ella.

Y así fue, según llegué hoy al trabajo miré el contenido de la carpeta. Contenía varias láminas con sus respectivos dibujos. Las miro una y otra vez, como hipnotizado.
Son representaciones diferentes de escenas cotidianas: niñ@s jugando en un parque, personas que pasean con sus mascotas, un hombre que parece disfrutar de la lluvia debajo de su paraguas....., pero todas tienen algo en común. Todos los seres dibujados tienen los ojos más grande de lo normal con una lágrima a punto de caer.
Esos ojos son tan realistas, que me dan ganas de pasar mis dedos para secarles esa lágrima que parece viva.
Con mi móvil fotografío cada dibujo sabiendo que no debería hacerlo, pero es superior a mi raciocinio. Me conmueven esos ojos tan tristes y grandes en esas personas que por otra parte representan escenas normales, exentas de dramatismo. Incluso los perros dibujados figuran con esa dualidad.
¿Cómo puede un simple dibujo trastornarme de esa manera?
Quién los realizó dejó tristes jirones de su alma en cada lámina. Según Raquel la carpeta se le debió caer a una chica en la guagua.
Me entran unas ganas terribles de encontrarla para poder abrazarla.

Continuará.


2 comentarios:

  1. Está tan bien descrito que veo esas caras eni mente, que le habrá pasado a su autora, pinta bien la historia...Muchos besos amiga.

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  2. Tú que me lees con buenos ojos, en cualquier caso poco a poco se irá desgranando. Abrazos amiga.

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