jueves, 21 de marzo de 2024

Mal rayo lo parta. Capítulo III.

 Al día siguiente te incorporaste a mi clase, sentándote en el pupitre que estaba a mi lado.
-Hola Dani, ya verás cuando salgamos al patio qué gafas más chulas tengo, los padres de Felipe se gastaron una pasta, todavía no me has explicado como aprendiste a dar esas hostias...
Te tuve que interrumpir, no soportaba hablar mientras la profesora o profesor de turno impartía su materia. 
-Vale, dijiste tranquila, ahora que somos amigas tendremos mucho tiempo para hablar.
Me esforcé por seguir el hilo de la clase. Que a mis 10 años por primera vez me llamaran amiga mereció que me despistara, pero solo lo justo, obligando a mi mente a estar donde debía. Ya lo escribiría en la libreta cuando llegara a casa.
Desde ese momento te convertiste en mi sombra, una sombra blanca que me hizo replantear mi cuadriculado mundo. Irrumpiste en mi existencia sin pedir permiso, pisando fuerte y dispuesta a quedarte.  Y yo te lo permití.
Nos volvimos inseparables aunque yo me preguntara como era posible que nos lleváramos bien siendo tan diferentes. Tú ruidosa, malhablada, desordenada... y yo, pues ya sabes como soy: metódica, con las rutinas que me dan seguridad y con miles de manías.
Mis padres estaban contentos al ver que por fin tenía una amiga, al igual que los tuyos. Nos dieron facilidades y nos alentaron para que nos visitáramos después de clase. 
Nos acostumbramos a alternar nuestras casas para hacer las tareas y por el placer de estar juntas. Yo te ayudaba con las matemáticas y tú me hacías más fácil la comprensión de algunos conceptos que por mi autismo me costaba pillar cuando tenían más de un significado. 
Me ponías buenos ejemplos y además me hacías reír, como aquella tarde que te dije que no alcanzaba a entender del todo el significado de impotencia. ¿Te acuerdas de tu respuesta? -Imagina que te sacan a la pizarra a resolver un problema de matemáticas y te empieza a picar el culo de una forma horrible, pero todo la clase está pendiente de ti y no te puedes rascar-.  
Todavía no lo sabías, pero yo luego apuntaba esas cosas en la libreta que llevaba tu nombre. Así no olvidaba tus divertidas explicaciones, pero también para desentrañarte, comprender por qué una niña con padres extremadamente educados decía tantas palabrotas, o por qué a veces te metías de repente en tu mundo interior como si todo se detuviera y yo te recordaba que la autista era yo.
A veces mostradas unas aristas que yo no lograba comprender. Si me contabas tantas cosas.... ¿qué parte se me estaba escapando? 
En el colegio nos dejaron tranquilas. Imaginábamos que pensarían eso de que "dios las cría y ellas se juntan"; las dos raritas, la albina y la autista. El equipo A como te dio por llamarnos.
Insististe hasta que tus padres accedieron a apuntarte conmigo a kárate. Soltaste una sonora carcajada el primer día al verte con el kimono blanco, con tanta blancura parecías un fantasma, dijiste. A mí me maravillaba tu sentido del humor, tu mejor coraza. Me hacías reír y me sentía más ligera. Además, si tú ignorabas las miradas que te dirigía la gente por la calle, yo tenía que aprender a que no me afectara ser diferente. Te convertiste en la mejor terapia, en la mejor medicina.
Pero como siempre había un pero, la nube que de tanto en tanto te convertía en una niña triste.
Te preguntaba por ello, quería saber el motivo para poder apoyarte, ayudarte. Pero cambiabas de conversación y me dejabas con la sensación de que algo se me estaba escapando.
Creyendo que era por mi autismo, hacía lo que sabía hacer, apuntar hechos objetivos en la libreta (pronto pasó de libreta a libretas). Mi mente funcionaba así, apuntar datos, esquemas... necesitaba racionalizar para llevar al resultado final. 
El dolor que a veces te asaltaba se convirtió en la más difícil de las ecuaciones.
Y yo la iba a resolver sin saber que el dolor nos alcanzaría a las dos.

Continuará. 






2 comentarios:

  1. Intrigada estoy, que será la causa de su dolor? Me gusta la historia amiga...un beso enorme 😘😘😘😘

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  2. Algo le pasa, Dani tendrá que indagar. ¿Descubrirá el motivo?
    A seguir leyendo querida.
    Besos.

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