Gara.
Estoy tan absorta con los escritos de Antonia que el sonido del móvil me sobresalta. Es Cristóbal, quiere saber si he podido averiguar algo importante. No me puedo creer que las horas hayan volado de esta manera. Le digo que el tiempo se me ha echado encima y no he podido ir a mi casa a escanear lo más relevante y le cuento por encima, deseando terminar la conversación para seguir en el punto en que me había quedado con la lectura. No sé si estaré imaginando demasiado, pero creo que estoy a punto de descubrir algo gordo.
Antonia.
Me armo de valor y les suelto a mi Celia y a don Cristóbal que tengo algo importante que decirles. Estamos los tres en el dormitorio del matrimonio, porque ella sigue negándose a levantarse de la cama.
Cómo con mi Celia tengo más confianza, me dirijo a ella:
Te estás matando en vida por no poder tener un hijo y yo te quiero ayudar. Madre es la que cría, así que estoy dispuesta a dejarme preñar por tu marido, tan difícil no será hacer eso que he visto que hacen los animales, un par de minutos y listo. Yo me limitaría a tenerlo dentro 9 meses y a parirlo. Si hace falta que firme algún papel renunciando a mis derechos como madre, estoy dispuesta.
Se hizo un silencio que ni en misa.
Bueno, los dejo solos para que hablen lo que tengan que hablar.
Salí del cuarto con la cara colorá y el corazón brincando. Seguro que piensan que me he chiflado, quién me mandará a mí a meterme donde no me llaman. A ver si mi Celia no va a quererme más...
Sin saber donde meterme me puse a barrer el patio como una loca, la escoba parecía viva con el meneo que le estaba metiendo.
Don Cristóbal me vino a buscar.
-Antonia por favor, ven al salón. Por lo menos has conseguido que Celia se levante. Queremos hablar contigo. Pero primero déjame darte las gracias, tienes un corazón de oro, qué suerte que Celia te tenga a su lado.
Me imaginé que las bonitas palabras eran para que no dolieran tanto las que iban a venir: que me ponían de patitas en la calle.
Celia parecía más animada, por lo menos tenía algo de color en la cara.
-Antonia, ¿estás segura de lo que nos has propuesto? ¿te lo has pensado bien? Nosotros hemos decidido estudiar detenidamente tu oferta, ver los pros y los contras. Pero primero queremos que no te precipites. No estamos hablando de cualquier cosa.
Piensa que si.... que si eso, perderías tu honra y te afectaría si en un futuro quisieras casarte.
-¿Yo casarme? ¿Quién va a querer hacerlo con una coja que encima tiene las paletas tan separadas que parezco yo qué sé....?
-No digas tonterías Antonia, que bien bonita qué eres, deberías pensar más en tu futuro.
-El futuro que yo quiero está en esta casa Celia, soy feliz teniendo arregladito el patio y las lámparas limpias, ya sabes, haciendo mis cosas. Y la compañía que quiero ya la tengo, mientras ustedes me lo permitan yo quiero seguir siendo feliz aquí.
Don Cristóbal tuvo que irse a trabajar y mi Celia me abrazó. Sus ojos brillaban ilusionados y supe que aceptaría mi ofrecimiento.
No hicieron falta palabras de agradecimiento, me daba por más que pagada al sentirme entre sus brazos.
-Tu marido tiene la última palabra, ¿verdad?
-Antonia, ya sabes que si yo quiero él va a aceptar. Pero deberías tomarte tu tiempo y pensártelo bien, estar completamente segura.
-Está bien, pero mientras me lo pienso vas a comer con fundamento, empezando por jincarte el plato de potaje que te voy a traer ahora mismo, de berros, tus preferidos, están fresquitos que me los trajeron hoy mismo de Firgas.
-Mi Antonia, qué haría yo sin ti.
Continuará.
No hay comentarios:
Publicar un comentario