Gara.
La lectura de lo escrito por Antonia es una golosina para mí, no sólo por lo que estoy descubriendo sobre su vida personal, también por lo que de testimonio histórico representa. Parece mentira que en apenas más de un siglo hayamos pasado de ver un coche por primera vez, a la vorágine globalizadora de la informática.
Esa mujer me fascina, cuánto hubiera dado por conocerla... La pobre tenía un lío mental importante; teniendo en cuenta la mentalidad de su época, sentirse atraía por otra mujer y luego "catar" la masculinidad del Cristóbal escritor y que lo disfrutara, tuvo que dejarla de lo más confusa. Ahora entiendo el porqué de los puros que guardaba con sus escritos. Eran sus fetiches sexuales.
Acabo de pasar a Cristóbal lo más relevante, lo que le atañe directamente, aunque le digo que cuando regrese se dará un gustazo leyendo lo que Antonia escondió.
Casi estoy segura de que esa mujer fue su bisabuela. Voy a seguir leyendo a ver que sorpresa me regala Antonia.
Antonia.
Don Cristóbal debía tener apalabrado lo del coche, porque fue darle el visto bueno mi Celia y aparecer a los pocos días con uno. Es precioso, tan grande, como ese olor a cuero y a madera.... Dice que no es difícil manejarlo, que le bastó con una pocas prácticas que le dio un amigo. Ahora me explico porqué llevaba un par de días llegando tarde el jodío. Mi Celia sigue recelando, dice que no le inspira seguridad. ¡Qué bien se expresa mi niña! Pero don Cristóbal le dice que el siglo XX viene cargadito de novedades que nos harán más fácil la vida y que mejor tener la mente abierta para disfrutarlas.
Aunque mi Celia sigue con miedo, las dos nos subimos al coche para que don Cristóbal nos diera un paseo. ¡Qué maravilla!
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Ya tenemos preparado todo lo que hay que llevar a la casa de Santa Brígida. Me he ocupado de que no nos falten libros, también llevaremos lanas y agujas, que me da a mí que los días se me van a hacer pesados ahora que no dejan que haga lo que me gusta hacer, poco meneo me permiten. Por lo menos ya las fatiguitas son más chicas y siento como mi cuerpo va cambiando sus hechuras y lo que le queda por cambiar.
Ayer sentados en el patio hablamos sobre la futura cría. Don Cristóbal opina que va a ser niña, a mi Celia le da igual, que venga bien es lo que importa, -dice-. Yo estoy segura de que va a ser macho y don Cristóbal me reta con una apuesta. Si es niña deberé dejar que otra persona se ocupe de limpiar las lámparas y si es niño él me tendrá que enseñar a conducir. Sellamos el acuerdo con un apretón de manos. Menos mal que no soy transparente y no pudieron ver como los pelos del pescuezo se me erizaron.
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Ya falta nada para irnos a Santa Brígida, repaso bien los baúles no se nos vaya a quedar algo importante atrás, pero me da que algo me falta, volveré a mirarlo otra vez no vaya a ser.
Aunque en la casa de campo no tenemos vecinos cerca, por si acaso a alguien le dé por visitarnos, hice con una funda una especie de cojín para que mi Celia se lo encasquete debajo de la ropa y parezca que tiene barriga de preñá. Nos reímos un rato cuando se lo colocó, la verdad es que da el pego.
Ella me dice que soy muy apañada para todo y me lo agradece abrazándome.
Yo me derrito por dentro y me lo callo, igual que me callo los sudores en mis partes cuando huelo los puros de don Cristóbal.
Cuando me muera deberían donar mi cuerpo a la ciencia para que lo miren bien, porque normal, lo que se dice normal, no es lo que a mí me pasa. Nunca he sido muy religiosa, pero ahora rezo todas las noches para que la criatura que me crece dentro no salga a mí.
Continuará.
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