jueves, 24 de octubre de 2024

Bajo la jacaranda púrpura. Capítulo XXIX y último.

 Gara.
Cristóbal apenas tardó una semana en mostrarme el borrador que había iniciado contando la vida de Antonia. Había elegido el formato novelado, pero me emocioné por partida doble. Ese hombre escribía tan bien como el bisabuelo y se podía ver la esencia de aquella mujer valiente desde las primeras líneas.
Me tocaba mover ficha. Le dije que aceptaba la propuesta laboral siempre que no me obligara a meterme en un despacho en el Cabildo. En la casa familiar había sitio de sobra para habilitarme una oficina, además tampoco pedía tanto, una mesa, una silla, un ordenador... Necesitaba seguir bajo el influjo de la jacaranda.

Tres años después. 
Han pasado tantas cosas importantes que no sé ni como contarlas. Por empezar de alguna formar, decir que Cristóbal terminó su primer libro y me lo entregó diciendo que mientras no citara su autoría, hiciera lo que quisiera con él.
Bajo seudónimo lo subí a una plataforma en internet para escritor@s que iniciaban su andadura literaria. Decir que ha gustado es quedarme corta, hay varias editoriales queriendo publicarlo en papel y significativos son los comentarios de los lectores al comparar su estilo con el del primer Cristóbal Figueroa. Yo lo suscribo, no sé si esas cosas se heredan, pero así es. 
Por otro lado mi trabajo en la casa-museo es más laboriosa de lo que imaginaba, pero como diría Antonia "sarna con gusto no pica". Ya sabía de la admiración que despertaba el Cristóbal premio nobel, pero ahora lo vivo de primera mano al recibir en la casa-museo a personas de tantos países deseosas de habitar, aunque sea brevemente, las mismas paredes que lo cobijaron en su época. Como no podía ser de otra manera, todo el mundo alucina al ver la jacaranda que sigue siendo la reina del patio familiar.  
En cuanto a Cristóbal y a mí, hemos forjado una amistad que no tiene precio. Si pasamos un par de días sin vernos parece que nos necesitamos, hasta nos vamos juntos de vacaciones. Y no, no nos cansa hablar de la casa familiar y de los secretos que esconde. 
Como amigos no faltan las confidencias de índole amoroso, aunque los dos parecemos estar bajo el mismo sino: el de no encontrar a la pareja adecuada. 
Y ahora viene la bomba. Hace unos días Cristóbal me dijo que desea ser padre y que había pensado en acudir a una clínica de fertilidad. 
Hasta ahí bien, pero cuando me contó lo que le gustaría hacer me dejó asombrada. El quiere que yo sea  la receptora de su material genético. Vamos, que quiere que yo sea la madre. Dijo que si yo accedía, la idea era tener la custodia compartida del hipotético hij@ y que dada su condición económica se haría cargo de todo.
Yo sólo acerté a mirarlo con los ojos alucinados y el siguió hablando. Me pidió que me lo pensara bien teniendo en cuenta todos los aspectos. Por ejemplo, que ser madre podría influirme en negativo de cara a futuras relaciones y que también debía pensar que para bien o para mal estaríamos unidos de por vida. 
No supe que decirle, necesitaba estar sola y procesar lo que había escuchado.
Mis pasos me llevaron a Triana y mientras caminaba pensé en Antonia, de alguna forma la historia se repetía. No podía sacarme de la cabeza lo último que había pronunciado Cristóbal, que estaríamos unidos de por vida si yo aceptaba. 
Cierto es que ya me había planteado mi maternidad, siempre quise ser madre, hasta había pensado en la posibilidad de una clínica de fertilidad si no daba con el compañero adecuado, pero de ahí a pensar que el donante pudiera ser Cristóbal...
Lloré sin poder evitarlo y las defensas, los muros que había construido cuando conocí a Cristóbal fueron cediendo, cayendo hasta dejarme exhausta. Porque lo que me había negado a reconocer se me estaba atragantando.
Siempre estuve enamorada de él. Y aunque dada su condición sexual sabía que nunca me elegiría como pareja, necesitaba respirar el mismo aire que él.
Lo llamé y le dije que viniera, sentados en un banco del Parque San Telmo le pregunté si alguna vez había estado físicamente con una mujer. 
-Si lo quieres saber es si "funciono" con una mujer la respuesta es sí, pero lo que me gusta de verdad es estar con otro hombre.
-De acuerdo, lo entiendo. Si quieres tener un hijo conmigo tengo mis condiciones: que nos acostemos dos veces, como Antonia y tu bisabuelo. Si no funciona acudiremos a la clínica de fertilidad. 
Cristóbal accedió sin preguntar nada, quizás entendió mi necesidad de atesorar el recuerdo de su cuerpo dentro del mío. Si Antonia pudo vivir de sus recuerdos, yo también podría. 
Esa misma noche colocamos un colchón bajo la jacaranda púrpura.

Fin.


2 comentarios:

  1. Amiga magistral, no puedo definirlo de otra manera. Me ha sorprendido muy gratamente el final, ni se me había pasado por la mente..pero me ha gustado. Gracias siempre por compartir este Don tuyo. Un beso enorme😘😘😘😘

    ResponderEliminar
  2. Qué bueno que te haya gustado, significa mucho para mí.
    A nivel personal, de las historias que más me he disfrutado escribiendo.
    Abrazos Astrid.

    ResponderEliminar