jueves, 26 de diciembre de 2024

Detalles. Segunda parte. Capítulo IV y último.

 Un año después.
-Hola Alvarito, seguro que no esperabas mi visita, pero no puedo irme sin despedirme y ver con mis propios ojos el guiñapo en el que has convertido. Mírate, amarrado a la silla de ruedas incapaz de sostenerte por ti mismo, babeando y sin poder hablar. Pero yo sé que entiendes perfectamente, tu mirada te delata. 
¿Sabes? Enfrentarme a tu violación y a que me preñaras hizo que todo lo que vino después no resultara tan difícil. 
Todavía no tenía pruebas, pero cuando por casualidad mi amiga Laura encontró una cámara escondida en mi casa, todo se precipitó hasta llegar a este final. Ese día pusimos mi casa patas arribas y quitamos las demás cámaras. Le conté a Laura por lo que estaba pasando y decidió venirse a vivir conmigo una temporada. Insistió en que tenía que denunciarte, pero yo, sin tener un plan definitivo, sabía que lo haría a mi manera. ¿De qué serviría meterte en la cárcel un par de años para que luego salieras y escogieras otra víctima? Me obligué a un mínimo de objetividad para demostrar que eras el padre biológico del fruto de tus abusos. Fue tan sencillo como ofrecerte un vaso de agua aquella tarde que te pedí que subieras a ponerme unas cortinas. Bastó con la saliva que dejaste en él para llevarlo a un laboratorio privado y añadir una muestra de mi  sangre. Hasta entonces lo desconocía, pero eso basta para realizar una prueba de paternidad estando embarazada.
Aquel 99,99999 de coincidencia de tu ADN confirmó lo que ya sabía. Ya sólo quedaba liberarme de lo que me habías puesto dentro. La noche antes de la fecha para el aborto programado sentí por primera vez como un aleteo de mariposa en mis entrañas. Por primera vez me paré a pensar en aquel ser vivo que me crecía dentro, yo no era tu única víctima. 
Y supe que la camilla que me esperaba al día siguiente permanecería vacía.
Tomada la decisión sólo recé para que la niña -intuía que sería niña- no tuviera tus ojos verdes, que no se pareciera a ti y me juré que nunca sabría como había sido concebida. 
Me mudé a casa de Laura, no iba a permitir que fueras testigo de nada relacionado con mi vida. 
Luego tocó contar a mi familia que estaba embarazada. Como te dije antes no resultó difícil inventar una mentira: una noche  saturada por los estudios salí a despejarme y bebí más de la cuenta, disfrutando de una noche loca con alguien de paso del que no tenía ningún dato. Gracia no les hizo, no era lo que querían para mí, pero me apoyaron. Porque de eso se trata la familia, de estar a tu lado cuando los necesitas y brindarte tu comprensión. Me alegra saber que tú nunca tendrás eso.
También respetaron mi decisión de aparcar las oposiciones y sabía que tendría las puertas abiertas para trabajar como abogada en el bufete de mi padre cuando quisiera. Lo de posponer las oposiciones por el embarazo fue una excusa, éticamente no me veía juzgando a nadie. Si tenía claro que quería acabar contigo, ¿cómo juzgar a otros por hechos parecidos?  No pudiste robarme la dignidad. 
Me centré en mi embarazo y en buscar la forma de acabar contigo. Mis padres querían que volviera con ellos, pero hasta que no lo lograra librar al mundo de tu persona no regresaría.
Con dinero casi todo se compra y pude hacerme con un veneno que no dejaba rastro, sólo me faltaba idear como hacértelo ingerir. Pero no me preocupaba, encontraría la forma.
Hasta que la niña nació me dediqué a ordenar mi cabeza para poder hacer frente a la nueva etapa que estaba por llegar. Luego alquilaría algo cerca de mis padres y quería ejercer como abogada en temas relacionados con el maltrato hacia las mujeres. 
Mi hija nació en la fecha prevista y si Dios existe debió escucharme, no se parece a ti.
Necesitaba pasar página, regresar con los míos y criar a mi hija llenándola de amor. Pero antes tenía que deshacerme de ti. Mi cumpleaños estaba cerca y había pensado llevar una tarta para compartir con los vecinos y vecinas del inmueble, eran buena gente y siempre se portaron bien con mi familia y conmigo, sería una dulce despedida. Como la persona educada que soy hubiera estado feo que no te invitara a una porción de aquella tarta que te mandaría a los infiernos. Los demás comerían del postre sin consecuencias, nadie relacionaría la tarta con tu repentina muerte. Los detalles son importantes. 
Pero una semana antes de mi cumpleaños todo se precipitó de forma casual.
Regresé al piso a recoger algunas prendas de abrigo llevando a mi niña en su carrito. Me entretuve lo justo, ya no soportaba estar entre aquellas paredes y me asqueaba la idea de encontrarme contigo, pero debiste oírme y te plantaste delante de mí con toda la chulería del mundo.
-Déjame verla, ya sé por l@s vecin@s que es una niña y tengo mis derechos.
Según terminaste de hablar dirigiste tu brazo el interior del carro para destapar a mi hija. Estabas muy cerca de los escalones, bastó que yo empujara el carro con todas mis fuerzas contra tus piernas para que cayeras rodando y quedaras en el descansillo como un muñeco roto. 
El estruendo hizo salir a l@s vecin@s, la explicación que recibieron y de la que no dudaron fue que al intentar ayudarme a bajar el carro de espaldas a las escaleras habías tropezado y caído. 
Fíjate que sencillo. No sabía yo que iba a disfrutar tanto al verte en este sitio en esas condiciones que sólo pueden ir a peor. Por cierto, traje el veneno, ¿quieres qué te lo dé y acabar con tu sufrimiento? 
Sí, me estás diciendo sí con los ojos, pero mira por dónde va a ser que no. 
Ahí te quedas cabrón, hasta nunca. 

Fin.


2 comentarios:

  1. Amiga un desenlace magistral, esta historia me ha gustado pero ha despertado en mi sentimientos de asco y odio a ese ser inmundo, pero eso es lo bueno de la lectura que te haga vivir la trama despertando sentimientos en el lector. Feliz año Nuevo amiga, que pases una feliz noche😘😘😘

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  2. Gracias Astrid, el próximo jueves nuevo año y nuevo relato.
    Que termines bien el año y lo comiences mejor.
    Abrazos amiga.

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