jueves, 2 de enero de 2025

Madres. Capítulo 2.

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 Cuando estaba en el instituto mi padre falleció en un accidente de tráfico, un cambio inesperado que además de dejarnos devastadas a mi madre y a mí, nos mostró una realidad poco amable: su herencia fue una deuda por malas inversiones que desconocíamos, obligando a mi madre a tirar de los ahorros familiares  y que nos dejó con el contador a cero.
Mi madre que por entonces trabajaba en una peluquería por las mañanas, tuvo que buscar otro trabajo por las tardes. Le angustiaba no tener el dinero suficiente para que yo fuera a la universidad, porque aunque den becas, estudiar no es barato.
Yo era muy consciente del esfuerzo de mi madre y me reafirmé en mi idea de estudiar algo que me hiciera ganar bastante dinero y que no me mantuviera esclavizada de lunes a viernes, y por supuesto, que me permitiera liberar a mi madre del ritmo de trabajo que llevaba. 
En esa época los conocimientos sobre internet no estaban al alcance de todo el mundo, comenzando a vislumbrarse como una de las carreras con más futuro. A mí me atraía, y más pensando que si obtenía mi ingeniería como programadora, existía la posibilidad de trabajar desde cualquier sitio.
Por eso me decidí por esa carrera que tendría que comenzar sin la siempre presente Lucía.
Ella una vez acabado el instituto decidió buscarse un trabajo, nunca le gustó estudiar. Después de pasar como dependienta por varias tiendas de ropa, terminó trabajando en un vivero de semillas y plantas. Le encantó, me decía que estar al aire libre entre tanto color la hacía sentir bien, que era feliz.
Yo me embarqué en la carrera que había elegido, sabiendo que iba a estar en minoría.
En otros cursos había otras chicas, pero en el mío me tocó lidiar con ser la única mujer. Llamaba la atención, rubia y con curvas me tocó convivir en un ambiente cargado de testosterona. Como los pavos reales, muchos de aquellos estudiantes desplegaban ante mí su plumaje esperando que cayera rendida antes sus pies, debo añadir que también algún profesor.
Teniendo clara mi meta, me obligué a centrarme en los estudios para conseguir la vida que quería, obligada en cierta manera, a demostrar que por ser mujer no era menos que ellos.  
Pasaba olímpicamente de sus insinuaciones, todos me parecían igual de simples, hasta que me tocó hacer un trabajo en equipo y conocí más de cerca a un compañero, Sergio, uno de los pocos que no me había "tirado la caña".
Sergio era alto y tirando a desgarbado, ni guapo ni feo,  pero con una mente privilegiada, un autodidacta que a veces sabía más que los profesores y que se metió en la carrera por obtener un título oficial que le abriera puertas. A mí me deslumbraba su "cabeza" y era un lujo tenerlo de compañero.
El primer curso fuimos cogiendo más confianza como amigos, y quedábamos a veces para pasar horas delante de su ordenador. Yo ya conocía de oídas el lado oscuro de internet, la dark web, pero Sergio me enseñó que allí se podía encontrar de todo, y cuando digo de todo no exagero. Si querías matar a alguien encontrarías mercenarios dispuestos y así con cualquier cosa.  Nosotros entrábamos ahí sin ningún propósito, solo nos motivaba la curiosidad.
Si me hubieran dicho entonces que me vería obligada a recurrir a ese lado oscuro con fines ilícitos, no me lo hubiera creído.  

Continuará. 




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