Ir a capítulo anterior.
A punto de terminar nuestras carreras Sergio y yo nos sacábamos un dinerillo con el tema de la informática. Lo cierto es que él, siempre generoso, me pasaba algunos de sus encargos, decía que la gente se tenía que ir acostumbrando a ver a una mujer realizando ese trabajo.
Yo estaba reuniendo, tenía la ilusión de sorprender a mi madre cuando llegara el momento de nuestra ceremonia de graduación. El día anterior a ese acontecimiento, la llevé a una buena tienda de ropa para que eligiera lo que quisiera, también pasamos por "chapa y pintura", como ella decía y salimos de la peluquería en perfecto estado de revista. Ella estaba tan orgullosa de mí...
Ese día fue perfecto, emocionante, pero lo mejor fue ver a mi madre tan contenta, tan guapa.
Sergio y yo sabíamos que pasado el verano ya estaríamos contratados, pero seguíamos atendiendo en privado a los conocidos y conocidos de conocidos que nos confiaban sus ordenadores.
Pero eso no nos ocupaba todo el día, pensábamos disfrutar del verano antes de comenzar nuestra vida profesional reglada. Hablé con mi madre, yo iba a ganar dinero en serio, ya no necesitaba matarse con dos trabajos. La vida nos sonreía.
Hasta que dejó de hacerlo con la peor bofetada que podía recibir.
Mi madre, a pesar de haber bajado su ritmo de trabajo, empeoró, su cansancio iba en aumento. Los médicos hicieron pruebas: su corazón parecía ser el problema. Le programaron un cateterismo, pero su corazón estaba tan delicado que no aguantó el procedimiento.
Cuando los médicos salieron a informarme de que había fallecido me derrumbé, si no llega a ser por Sergio que me había acompañado, hubiera sido capaz de tirarme desde una ventana del hospital.
Pasé por todas la fases, negación, rabia, aceptación... y seguía extrañada de que el mundo pudiera seguir girando como si tal cosa.
Mi madre se había matado trabajando para poder pagarme la carrera, esa había sido su mayor motivación aunque se dejara por el camino la salud. Me hizo reafirmarme, no quería ese dolor, esa esclavitud, esa dedicación de una madre para su hij@ ni el sentimiento de culpa, que como hija, llegué a sentir. No me parecía justo para ninguna de las dos partes.
Definitivamente, nunca sería madre.
Le dije a Sergio que debíamos dejar la relación, yo nunca le iba a dar lo que él buscaba.
Paciente respondió que era el dolor el que hablaba por mí, que era normal ese duelo, que le diera tiempo al tiempo, que lo superaría.
Solo podía esperar que el dolor por la muerte de mi madre hiciera callo para poder seguir viviendo.
Por suerte aparte de Sergio, mi querida Lucía no me soltó de la mano.
Continuará.
Amiga que decirte? Me parece una buena historia como todas las tuyas, esperando con ansias que sea jueves. Un super abrazo 😘
ResponderEliminarEspero que te siga gustando.
ResponderEliminarAbrazos para ti Astrid