jueves, 23 de enero de 2025

Madres. Capítulo 8.

 Ir a capítulo anterior.

Pasaron los años y me faltaba poco para cumplir los 35. 
En ese tiempo había seguido trabajando, reuniendo y viajando. Alguna relación llegué a tener, pero nunca cuajó como algo serio. Ahora me doy cuenta de que ningún chico superó mis expectativas, inconscientemente los comparara con Sergio.
A través de Lucía seguía al tanto de la vida de mi "ex", era padre de dos niños, se había instalado profesionalmente por su cuenta y según parecía, en todos los aspectos le iba bien.  Me alegraba por él y alguna vez estuve tentada de llamarlo, intentar retomar un contacto amistoso, pero me faltó valor. 
Lucía y Manu tuvieron su segunda hija, el taller de motos de Manu iba viento en popa y mi amiga se había embarcado en el mundo de los negocios abriendo una  pequeña floristería. Eso le permitiría gestionar mejor sus tiempos y llevar a sus niñas a su lugar de trabajo.
Yo seguía con mi trabajo y mis amistades, disfrutaba siempre que podía de alguna pequeña escapada, algún viaje que pudiera compaginar con el trabajo. 
Me encontraba a gusto con mi vida, no sonaba ninguna alarma que me apremiara para dejar de estar sin pareja, tenía mi círculo de amistades, tiempo para disfrutar de eventos culturales y no me asustaba viajar sola. 
Hasta que algo pasó haciendo que mis esquemas se rompieran como una vaso de cristal que se estrella contra el suelo.
Había tenido relaciones íntimas con un hombre que estaba de paso, nada serio. 
Por supuesto, utilizaba un método anticonceptivo que nunca me había causado problemas, pero cuando tuve una falta en mi menstruación que era regular como un reloj suizo, dudé. Pero es imposible me dije, intentando borrar de mi mente la certeza de que existe una mínima posibilidad de que el método anticonceptivo falle. Será un desarreglo pasajero, no pasa nada, no estoy embarazada.
Pero mi menstruación siguió sin hacer acto de presencia y comencé a experimentar arcadas cuando olía cualquier perfume ajeno.
Para quedarme tranquila compré un test de embarazo segura de que daría negativo. 
Me equivoqué, estaba embarazada. Cabeza Raquel, cabeza, esas cosas pasan, me repetía sin cesar, pido cita y me lo quito de encima. 
Nunca había tenido prejuicios con el aborto, pero la idea de pasar por uno me dejaba mal cuerpo, y no por desprenderme de lo que sin permiso crecía dentro de mí, no se trataba de eso, pero no era plato de buen gusto.
Cogí el toro por los cuernos y pedí cita dispuesta a recuperar mi vida lo antes posible. Agendé pedir hora con mi ginecóloga para después del trance y probar con otro método anticonceptivo. Me daba rabia que siempre nos tocara a las mujeres esas cuestiones, era injusto.  
Se lo conté a Lucía y se ofreció a acompañarme, le dije que no hacía falta, que iría sola, pero insistió tanto que terminé accediendo. Faltaba una semana y procuré no pensar en ello hasta que llegara el momento. Mi amiga me conocía bien y sabía que aquel contratiempo no me iba a causar ningún trauma.
Dos días antes estaba en casa de Lucía y tuve una hemorragia vaginal tan grande, que Lucía me tuvo que llevar a urgencias.
Allí me dijeron que había sufrido un aborto, me hicieron un legrado uterino y me dejaron en observación hasta el día siguiente. Me dieron cita para una revisión a las dos semanas, pero yo llevaba años con la misma ginecóloga y le tenía confianza, prefería que me valorara ella.
La sorpresa vino cuando finalmente me vio y encontró algo que no esperábamos, un problema con mis ovarios que no me permitiría nunca ser madre.
-Pues Raquel, sabiendo que no quieres ser madre no te supondrá ningún problema. Lo mismo me dijo Lucía.
¿Si tienen razón -me pregunté- por qué mi cabeza no me deja tranquila? 
Y comenzó el infierno.

Continuará. 



2 comentarios:

  1. Me gusta la historia amiga, y ahora que ya no puede elegir seguro que le entra el instinto maternal, la mente humana que a veces es puñetera, a ver qué pasa...un abrazo 🫂

    ResponderEliminar
  2. Hasta ahora la historia había sido bastante lineal, a partir de ahora da un giro, pero no te voy a contar, jjj, a seguir leyendo querida.
    Besos Astrid.

    ResponderEliminar