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Según pasaba el tiempo Elsa se hacía más famosa y eran innumerables las madres que la seguían. Yo no quería perderme nada de lo que publicaba buscando las respuestas que no encontraba en su aparente mundo ideal.
Mi prioridad seguía siendo Ángel, según pasó el tiempo caminó y comenzó a hablar, más tarde de lo que se consideraba "normal" pero era su ritmo y no lo agobiaba. Supe darme cuenta de que a pesar de sus limitaciones la música era importante para él.
Según iba creciendo le iba sustituyendo los tecladitos por otros más grandes y potentes. Me asombraba como sin tener conocimientos previos, hacía sonar aquellos instrumentos.
Con el tiempo diagnosticaron lo que ya sabía, era autista. Con tres años comenzó en un centro de educación especial y me dolía separarme de él, pero no lo podía tener metido en una burbuja.
Mi trabajo me seguía gustando y la retribución económica era jugosa. En el plano social, poco puedo aportar, centrada en Ángel mi círculo íntimo seguía siendo el de Lucía y su familia.
Me informé y encontré a un profesor de música que daba clases particulares de piano. Le expliqué el caso de Ángel y dudó, no sabía como enseñar a un niño autista. Lo comprendí, pero le pedí una oportunidad.
A Ángel no le hacía gracia tratar con personas que no conocía, pero cuando llegó a la casa del profesor solo tuvo ojos para el gran piano que presidía el salón. Vicente, el profesor, se lo ganó desde el minuto uno con su música. Hubo que adaptar un taburete más alto para que mi niño tocara por primera vez las teclas de un piano de verdad.
Y llegó la magia. Mi hijo era superdotado para la música, tenía oído absoluto, la habilidad para identificar una nota sin ayuda o referencia. Aunque hubiera podido aprender a tocar cualquier instrumento con facilidad, su pasión siguió siendo el piano.
El profesor supo adaptarse a los silencios de Ángel y a que no lo mirara a los ojos. Estaba enamorado, en el buen sentido, del niño autista que tocaba el piano como si fuera un adulto que no hubiera hecho otra cosa en su vida.
Al año de esas clases, el profesor fue sincero: no tenía nada más que enseñarle a mi hijo, el alumno había superado al maestro. Aún así insistí, quería que siguiera acogiendo a Ángel, era la única actividad a la que acudía contento. Aceptó, le había cogido cariño al niño.
Nunca dejé de seguir a Elsa en las redes sociales, me seguía intrigando su actitud. Seguía mostrando al mundo su existencia perfecta, con sus niñas perfectas, sin mostrar el menor indicio de haber tenido otro hijo ni de su posterior pérdida. Era como si hubiera hecho borrón y cuenta nueva.
Pasados unos años Elsa lanzó una petición. Según ella el formato informático desde el cual se mostraba al mundo se había quedado obsoleto y compartió esa ruego con sus seguidoras, por si entre nosotras había alguna que dominara esa materia y que estuviera dispuesta a echarle una mano.
Ángel estaba a punto de cumplir los cinco años, dentro de su espectro era un niño feliz y querido. La vida me trataba bien, no parecía que el secuestro que llevé a cabo años atrás se descubriera... y le comuniqué a Elsa por privado que yo me encargaría con mucho gusto de darle una nueva cara a sus redes sociales.
No tenía ninguna necesidad de meterme en la boca del lobo, pero lo hice.
Continuará.
Esto se está poniendo muy interesante, qué atrevida Raquel, se la está jugando...un abrazo amiga 🫂
ResponderEliminarDentro de poquito sabremos si la temeridad de Raquel tiene consecuencias.
ResponderEliminarBesos Astrid.