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Lo que comenzó como la típica depresión posparto se fue cronificando. Me negué a admitirlo, como si reconocer mi propia vulnerabilidad me hiciera menos madre. Intentaba aparentar normalidad pero algo se me notaría. Cuando Aitor me preguntaba qué me pasaba, le mentía diciendo que simplemente era cansancio por la crianza doble, pero que no se preocupara, que todo estaba bien.
Supongo que a mi precario estado de ánimo se sumó el que Aitor cada vez tuviera que viajar más y terminó pasándonos factura como pareja. Los dos intentamos volver al punto de partida con los afectos, pero nada volvió a ser igual.
Secretamente rezaba para que el tiempo pasara rápido y las niñas cumplieran tres años. Imaginar que empezaban el colegio y verme sin ellas algunas horas, me parecía un milagro, pero la culpa volvía a golpearme, era una mala madre por desearlo.
Unos meses antes de que las niñas cumplieran los tres años, volví a quedarme embarazada. Me derrumbé mentalmente, pero disimulé ante Aitor. Sabía que nuestra relación iba de mal en peor y una nueva criatura no iba a ser el pegamento que uniera lo que ya estaba roto. Se me pasó por la cabeza el aborto, pero no tuve el valor, me volvía a repetir que si me abuela había podido con siete yo podría con tres.
Por fin las niñas comenzaron el colegio, pero con un embarazo en curso y con la depresión que arrastraba nada mejoró. Cuando me quedaba sola hacía ejercicio hasta la extenuación, hice todo lo que no se aconseja en los tres primeros meses con la esperanza de sufrir un aborto natural, pero lo único que conseguí fue sentirme una mierda, la peor de las madres.
Nació Aitor, un niño que nunca dio la lata, comía, dormía, le cambiaba el pañal y volvía a dormir. Por mi experiencia anterior, sabía que algo pasaba con él, no sonreía y no me buscaba con la mirada. Mi mente enferma quiso creer que era porque el bebé se sabía no querido y sentí vergüenza de mí misma.
Entonces vino la estocada que terminó con la poca cordura que me quedaba. Mi marido de la noche a la mañana me dijo que se había enamorado de otra mujer y que me dejaba.
No sé si fue por algún mecanismo de defensa, pero me puse en modo automático para dejar de sentir y sufrir. Al bebé nunca le faltó un biberón, pero aparte de los cuidados básicos no le di nada más. Con las niñas tenía que interactuar aunque no quisiera, y mi prioridad pasó a ser cansarlas lo máximo para que se durmieran.
En ese estado mental estaba yo cuando te cruzaste en mi camino.
Te vi sacar a mi hijo del carro y meterlo en el tuyo, cuando abrí la boca para gritar me pasó como a ti, me volví loca. Pensé que si alguien se lo llevaba era porque yo no me merecía al niño y que sabría quererlo como se merecía. Mentí a la policía, ya lo sabes y aunque no te lo creas, al par de días me arrepentí, pero ya era tarde para ir a la policía, habrían pensado que yo no estaba en condiciones y me quitarían a las niñas.
Puse tierra de por medio y me alejé de todo para comenzar de nuevo. Necesitaba ayuda urgente y acudí a una psicóloga, aunque por supuesto omití las circunstancias exactas del secuestro. No me dijo nada que no supiera sobre mi estado mental, pero la medicación me ayudó a volver a sentirme persona. Me hice a la idea de que había perdido a mi hijo para siempre aunque siguiera pensando en él, pero no podía fallarle también a las gemelas.
Me reinventé en las redes sociales convirtiéndome en lo que siempre había querido ser, la madre perfecta.
Y apareciste tú. Las dos perderíamos si sale a la luz la verdad, pero tú más. Irías a la cárcel, yo con mi antecedentes psicológicos la evitaría, pero el escándalo terminaría por afectar a mis niñas.
-¿Qué quieres de mí Elsa?
-Seguir con la vida que tengo con un añadido, quiero al niño cerca de mí. Si no quieres que te denuncie, seguirás siendo "oficialmente" su madre, pero lo quiero en mi vida, verlo crecer y darle el cariño que un día le negué. Sé que puedes trabajar desde cualquier sitio, así que te mudarás a mi barrio. Igual con el tiempo y con lo que nos une llegamos hasta a ser amigas, cosas más raras se han visto. Y si no lo somos, por lo menos y por la cuenta que te trae, tendremos una relación civilizada por el bien del niño. Tú eliges: mi propuesta o la cárcel-.
Y aquí termina mi historia, supongo que imaginarás lo que elegí.
Fin.
Bueno me paré una buena solución por el niño. Maravillosa historia. Gracias por compartir tus relatos amiga 😊. Un beso enorme 😘 😘
ResponderEliminarParece
ResponderEliminarBesos enormes para ti.
ResponderEliminarLa próxima semana un nuevo relato.