jueves, 20 de marzo de 2025

Plantar un árbol, tener un hijo, escribir un libro. Capítulo 4.

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 A los pocos meses Pedrín se hizo imprescindible. Siendo tan poca cosa físicamente, asombraba con su capacidad para estar en todo y encima hacerlo bien.
Para todos fue positiva la presencia de Pedrín, mi madre pudo rebajar las revoluciones en la farmacia, con mi padre mantenía largas charlas sobre homeopatía y con Celeste y conmigo sacaba a relucir su santa paciencia ante nuestras acusaciones cruzadas y nuestras tonterías. 
A mí me sorprendía que una persona con pocos estudios supiera de tantas cosas. Según él era aprendiz de todo y  maestro de nada, pero con el tiempo comprendí que aquel hombre leía libros de todo tipo como si bebiera agua. 
Su abuela lo había enseñado a manejar la aguja y sorprendió a mis padres bordando sus nombres en las batas que usaban en la farmacia, con tal pulcritud y finura, que poco tardaron algunas clientas en hacerle encargos. Él se prestó gustoso y lo hubiera hecho como regalo, pero mi madre,  más práctica, le hizo ver que si se podía ganar un dinerillo extra le vendría bien. Y así lo hizo, aunque siempre me pregunté de donde sacaba el tiempo para tanto. 
Se le veía contento trabajando en la farmacia, pero decía que le daba pena tener cerrada la vivienda de su abuela, según su criterio, las casas cuando no tienen almas que las habiten, terminan por caerse a cachos por muy bien cerradas que hubieran quedado.
Mis padres le propusieron acompañarlo un domingo. Él aceptó encantado, además, quería traerse la máquina de coser de su abuela y algunos libros.
Fuimos todos y por suerte, acababan de abrir una nueva carretera que reducía considerablemente lo que antes suponía un viaje en coche largo y pesado por las curvas. 
Ahora el recorrido se hacía en cuarenta y cinco minutos. Según mi padre, poco en comparación con moverte pocos kilómetros en la ciudad con sus continuos atascos. 
Celeste como no podía se otra forma, se quejó durante el trayecto hasta que mi madre le dijo que se pusiera los cascos de su walkman  y que dejara de dar la vara. 
Habíamos salido bien temprano y llegamos con todo el día por delante. La casa era pequeña pero bien distribuida, Pedrín antes de dejarla había tapado todos los muebles con sábanas, por lo que bastó un barrido para alejar el polvo. Mi madre había llevado comida para preparar allí y le dio un enjuague a la loza que íbamos a utilizar y le pidió colaboración a Celeste para tenerla entretenida y que no diera mucho por saco. Pedrín nos mostró el terreno que era también de su propiedad, buena tierra para plantar y que contaba con su propio aljibe. Mi padre alucinó, le encantaba la naturaleza y soñaba con comprar un terrenito para plantar árboles, verduras, plantas medicinales y disfrutar de lo que él, con respeto, llamaba Madre Naturaleza, así, con mayúsculas. 
Como siempre, mi madre supo interpretar el pensamiento de mi padre y le pidió a Pedrín que si alguna vez pensaba vender las tierras nos tuviera en cuenta. Él respondió que las tierras y la casa estaban a nuestra disposición, no se olvidaba de lo bien que mis padres se habían portado con él, añadiendo que estaría de por vida en deuda con nosotros. 
Mi madre le pidió que tasara las tierras y que ya hablaríamos.
Al poco tiempo mis padres y Pedrín estuvieron delante del notario para formalizar la propiedad del terreno a nombre de mis padres. La sorpresa fue que la cedía sin coste alguno, la donaba. Cuando mi padre leyó la escritura se negó a firmar y mi madre se limitó a decirle: firmamos, ya hablaremos tú y yo de esto.
Pasado unos meses volvieron a la notaría, Pedrín no sabía para qué lo habían hecho ir. Allí se enteró de que mis padres habían comprado una casa muy cerca de la farmacia y que las escrituras estaban a su nombre. 
Lloró tanto de agradecimiento, que tuvieron que volver a imprimir las primeras hojas de aquella escritura de propiedad.

Continuará. 


2 comentarios:

  1. Que buena suerte ha tenido Pedrin, vamos a ver si la suerte le acompaña. Un fuerte abrazo amiga 🫂

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  2. Espero que según vaya transcurriendo el relato te vayas metiendo en él como tú sabes.
    Besos Astrid.

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