jueves, 17 de abril de 2025

Plantar un árbol, tener un hijo, escribir un libro. Capítulo 12.

Ir a capítulo anterior.
Después de los doce años llegaron los cambios que me sacaron de mi zona de seguridad.
Primero tocaba comenzar en el instituto, se suponía que debía estar contento por empezar una nueva etapa, pero siendo como soy, me preguntaba por qué no hacíamos toda la educación en un mismo centro. No lo puedo evitar, no me gustan los cambios. Lo positivo, era que a base de insistencia Adamma convenció a sus padres para que la matricularan en el mismo centro al que acudiríamos Celeste y yo. Iba a poder respirar su mismo aire durante horas y horas, pero si soy sincero, también me aterraba que mi secreto enamoramiento afectara a mi rendimiento, me tenía que obligar a centrarme en los estudios por mucho esfuerzo que me costara.
Luego estaba la parte física, Celeste y yo entramos en la inevitable adolescencia. Mi hermana se enfadó con el mundo, nada le venía bien. Se quejaba del dolor de ovarios mensual y de su menstruación, los granos que le salieron en la cara le parecían un castigo divino, odiaba llevar sujetador y lloraba por todo. 
Yo tuve una relación de incomodidad con mi cuerpo, me cambió la voz y a veces me salían "gallos" que me mortificaban, me ponía colorado por cualquier tontería, pegué un estirón tan grande que me hacía sentir como si mis piernas y mis brazos fueran de otra persona. Luego el temita peliagudo: mi pene cobraba vida propia en los momentos más inoportunos y era un suplicio. Al contrario que Celeste me volví más reservado, tenía miedo de meter la pata y quedar en ridículo ante cualquier situación. Y si antes evitaba discutir con mi hermana, ahora cuando ella me escogía como diana para sus tiros dialécticos no sé que me pasaba, pero entraba al trapo y teníamos unas broncas tremendas.
Santa paciencia la de mis padres sufriendo el potaje hormonal de los dos al mismo tiempo, pobrecillos. Pedrín tampoco se escapó y nos aguantó lo que no está escrito.
No comprendo a las personas que recuerdan su adolescencia con añoranza, la verdad, para mí fue una etapa oscura que no volvería a repetir ni de coña. 
Como dije antes, crecí tanto que era el más alto de la clase, más incluso que muchos profesores. Llamaba la atención por ello y si tú que me estás leyendo me vas conociendo, supondrás que no me gustaba. No, no me gustaba.
Celeste a pesar de ser un horror de adolescente continuó firme con sus clases en el conservatorio, añadiendo al solfeo y al violín, el piano. Hay que reconocerle el esfuerzo  por conseguir su sueño de ser  directora de orquesta. Para seguir con su carrera musical tenía que sacar el bachillerato y ya luego lo que vendría sería el conservatorio con mayúsculas. Como tenía que planificar bien sus tiempos de estudio eligió las mismas asignaturas que yo, sabiendo que le echaría una mano cuando lo necesitara. No me la quitaba de encima ni con agua caliente. 
Adamma no sabía lo que quería hacer, un día le gustaba una cosa y al siguiente otra. Y claro, por estar con mi hermana eligió lo mismo.
O sea, que la tortura estaba garantizada para mí, mi hermana dando por saco por un lado y por otro mi enamoramiento que no quiso convertirse en pasajero. 
Qué Dios me cogiera confesado.

Continuará.

2 comentarios:

  1. Hormonas revolucionadas a tope , a ver qué va a pasar entre estos adolescentes. Un abrazo amiga 🫂😘😘

    ResponderEliminar
  2. A ver, a ver... a seguir leyendo amiga.
    Besos Astrid.

    ResponderEliminar