jueves, 15 de mayo de 2025

Plantar un árbol, tener un hijo, escribir un libro. Capítulo 19.

 Como habíamos planeado Tere quedó embarazada. 
Nos gustaba que el guion pactado no tuviera imprevistos, pero no podíamos tenerlo todo bajo control, así por unos problemas derivados del embarazo, l@s médic@s aconsejaron que pasara los tres primeros meses en reposo. No precisaba que fuera absoluto, pero le desaconsejaron que trabajara hasta que el embarazo fuera cien por cien viable.
A Tere le tocó quedarse en casa y yo me ocupé de la farmacia, pero a los pocos días tuve que admitir que yo solo no podía hacerme cargo. Como tantas otras veces, el bueno de Pedrín me sacó las castañas del fuego viniendo a trabajar conmigo. Mis padres me los "prestaron" y lo valoré, sabía que su ausencia temporal les añadiría más trabajo.
Estaba contento con mi cercana paternidad, pero sentía ansiedad. Pedrín me leía como nadie y supo ver que a los temores normales de un padre primerizo se añadían los miedos por mi personalidad perfeccionista. Sus buenos consejos fueron un bálsamo, qué suerte tenerlo en mi vida.
Centrado en Tere y en el trabajo, ni me acordaba de que Adamma me había hablado de un concurso de fotografía. Por ello, cuando me llamó tuvo que refrescarme la memoria. 
La foto de mi ceja partida -me costó creerlo- resultó ganadora. Adamma estaba exultante, el premio consistía en un contrato de trabajo como fotógrafa para una revista cultural bastante importante, además, le financiaban su primer exposición, ella solo tendría que aportar sus fotos.
Me alegré de verdad por ella, pero seguía sin entender que veían de especial en aquella fotografía.
Cuando por fin se realizó su primera exposición, toda mi familia estuvo invitada. 
Tere estaba de siete meses y  ya podía hacer una vida casi normal, pero cuando le comenté lo de la exposición se excusó: que por la tarde noche se le hinchaban los pies, que si se cansaba mucho, que necesitaba ir a orinar cada dos por tres...Vete tú con la familia y ya me contarás cuando llegues. 
Había quedado en la casa de mis padres para ir juntos, y cuando me los encontré con Celeste y Pedrín -todo con sus mejores galas- pensé que harían el ridículo, pero me lo callé. Yo me sentía cómodo con mi pantalón negro y mi camisa blanca y Celeste me dijo que me iban a confundir con un camarero, pero ni caso le hice, íbamos a ver fotos, no a la ópera. 
Iba tranquilo hasta que entramos en el elegante salón donde lo primero que vi fue la fotografía: muy ampliada y perfectamente enmarcada estaba mi ceja partida. 
Para que nos vamos a engañar, me dio reparo, pero el perfil de aquel adolescente era accesorio, no me iban a reconocer. Luego al percatarme de que tod@s iban vestidos elegantemente,  empecé a idear un discreto plan de fuga. Que vergüenza llamar la atención con mi indumentaria, hasta los camareros iban con pajarita.
Adamma hizo su entrada triunfal de los brazos de sus padres. Un precioso vestido blanco resultaba su piel oscura, estaba impresionante. Nos saludó a nosotros primero y nos fue presentando. Alguien se fijó en mi ceja partida y sumó dos más dos, sin querer mi cicatriz me convirtió en la protagonista involuntaria de aquel evento.
Tierra trágame, me dije, sin saber que las sorpresas de aquella noche acababan de empezar. 

Continuará. 



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