jueves, 19 de junio de 2025

Mi otra yo. Capítulo 6.

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Terminé mis estudios y al poco tiempo conseguí trabajo en una clínica privada. 
Mi deseo era opositar para entrar en la sanidad pública, tenía los conocimientos frescos y no me tendría que matar estudiando, pero con la excusa de las futuras oposiciones, cuando tenía el turno de noche aprovechaba para darle rienda al impulso de la escritura sin levantar sospechas. Había probado otras veces y si no era bajo la sombra de lo oculto mis relatos personales se volvían estériles. 
Aunque no ganara mucho como auxiliar, añadiendo la pensión de viudedad de mi madre podíamos ir tirando, pero cuando le pedí que dejara de trabajar le dio pena, se había encariñado con Rosario y llevaba bien que fueran semanas alternas. Y siguió trabajando.
A mis recién cumplidos 18 años, mi vida social seguía brillando por su ausencia, mi madre me animaba a salir con personas de mi edad y a conocer a algún chico, cosa que mi mente no visualizaba. Seguía siendo tímida y el género masculino en general me parecía demasiado agresivo para mi carácter. 
Tenía a mi madre, un trabajo que me gustaba y el secreto de mi escritura. No me parecía que necesitara más. 
Cuando comencé a trabajar me tocó de compañera Fabiola, era un año mayor que yo y llevaba ya el tiempo suficiente para conocer los tejemanejes de nuestra planta, que como en cualquier sitio de trabajo, contaba con sus filias y sus fobias. La supervisora era Mercedes, y de entrada me pareció agradable y así se lo señalé a Fabiola. Ella discreta en un primer momento no me alertó, pero pasado el tiempo cuando vio que yo era de confianza me previno: Mercedes era una harpía que si te enfilaba, no paraba hasta hacerte la vida imposible.
Con el tiempo me fui dando cuenta de que Mercedes hacía y deshacía a su antojo, siendo injusta con algunas compañeras solo porque no le bailaban el agua. Fui testigo de muchas lágrimas de compañeras que terminaban por hartazgo pidiendo un cambio de planta. Mercedes injustamente siempre ganaba.
Yo no me metía en nada más allá de mi trabajo, pero alucinaba, ¿cómo era posible que solo una persona pudiera generar tanto malestar por placer? 
Y lo que más me perturbó, que aquella maldad gratuita tuviera nombre de mujer. En mis relatos inventados siempre era un mal hombre quien ejercía la violencia. 
Yo era demasiado inocente y siempre me había parecido que las mujeres éramos más pacíficas y contrarias a la agresividad, ¡qué equivocada estaba!
Estaba tan impresionada ante mi propio catetismo vital, que me prometí mi propia justicia interna.
Hasta ese momento escribía cosas sueltas, algunos relatos cortos... pero algo íntimo me pedía hacer algo  más complejo, una historia bien contada con su desarrollo, nudo y desenlace. En otras palabras: una novela. Y por primera vez, el protagonismo en negativo, llevaría nombre de mujer.
Empecé por el principio, el título: "Mala Sangre".

Continuará. 


2 comentarios:

  1. Me está gustando mucho esta historia, enganchada me tiene. Un besote amiga

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  2. El ambiente laboral de la protagonista te sonará y mucho. Espero que disfrutes el relato como tú sabes.
    Abrazos Astrid.

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