Ironías de la vida, cuando conseguimos a los cinco años nuestros propósitos económicos, pasó lo que pasó. No me voy a entretener con los detalles, no me renta emocionalmente.
Un día como tantos otros, Mario y mi madre tuvieron un accidente mortal en la carretera.
No recuerdo como sobreviví los dos días siguientes, Fabiola se ocupó de todo, sólo sé que después de volver del cementerio me metí en la cama hundida, destrozada, devastada, casi muerta en vida.
Mi cuñada se llevó a la niña a su casa hasta que yo volviera a ser persona y me pudiera ocupar de ella, seguía viviendo en la vivienda familiar con sus padres, mis suegros, y pidió un tiempo sin empleo ni sueldo para poder ocuparse de todos y de todo.
Yo no podía salir de la cama, si por la mañana lloraba a mi madre, por la tarde lo hacía por mi marido y viceversa, incapaz de llorarlos al mismo tiempo.
Pensaba mucho en lo que mi madre había dicho cuando nos animaba a darnos una escapadita. Me arrepentí de no haber seguidos sus consejos, de hacer estado cinco años reuniendo como si me fuera la vida en ello. Si la hubiera escuchado, Mario y yo habríamos disfrutado de algún viaje que me quedara en la memoria, pero no, no se podía sacar de donde no había. También entendí lo que años atrás me pareció un sinsentido, cuando mi madre y mi suegra nos aconsejaron casarnos por si pasaba algo.
Ese "por si pasa algo" se me clavó como un puñal durante demasiados años, no supe vivir sin miedo después del accidente.
Estuve semanas metida en la cama, Fabiola venía a diario y me obligaba a meterme en la ducha, a comer algo y por las tardes traía a la niña para que estuviera un ratito conmigo.
Andrea un día vino con un maletín de enfermería que el abuelo le había regalado. Con sus cinco añitos me ponía un termómetro de plástico y las pertinentes inyecciones. "Te estoy curando mamá, unas poquitas inyecciones más y te pones buena".
Al mes Fabiola vino con un ultimátum, o salía de la cama y acudía para recibir ayuda psicológica, o me invalidaba legalmente para que le dieran la tutoría de mi hija. Por supuesto esto último era un farol para hacerme reaccionar, pero tenía tanto miedo a que la vida siguiera siendo puñetera conmigo, que me horrorizó la idea de perder también a mi niña y accedí.
Continuará.
No hay comentarios:
Publicar un comentario