jueves, 10 de julio de 2025

Mi otra yo. Capítulo 12.

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 Fabiola fue la encargada de buscar una psicóloga especializada en duelos, supe más tarde que la especialista había vivido una situación parecida a la mía años atrás, perdiendo a su pareja y a su hijo en un accidente.
En la primera consulta no pude hablar, lloré desconsolada y cuando intentaba serenarme y me creía  capaz de articular alguna palabra, volvía a llorar. 
La psicóloga cuando terminó la sesión me indicó que no me frustrara, que era más habitual de lo que podía parecer a priori ese llanto incontrolable de la primera vez. 
Poco a poco fui capaz de ir expresando mis sentimientos y mis miedos en las próximas citas. Iba dando pasos pequeños para aprender a vivir con las ausencias y el dolor. No fue fácil, pero empecé por decidir que me ocuparía personalmente de mi hija y regresó conmigo a casa. 
Ana, la psicóloga, con el tiempo me hizo comprender que yo había estado tan envuelta en mi propio dolor, que me había vuelto egoísta ante el dolor de los demás. Fabiola había perdido a un hermano al que adoraba y mis suegros habían perdido un hijo. ¿Qué hay más terrible? Aún así mis suegros acogieron a Andrea en su casa y junto a Fabiola se habían ocupado de ella. 
Mi hija también había perdido a un padre y a una abuela, me necesitaba más que nunca, así que me obligué a tener una vida aparentemente normal, no me quedaba otra que acostumbrarme, por doloroso que fuera, a vivir sin ellos. 
Andrea creía por entonces que realmente me estaba curando con sus inyecciones y yo me prestaba a sus juegos infantiles llenándome por dentro de lágrimas. 
Pasados unos meses volví a trabajar. Como siempre, Fabiola no me soltó de la mano y me animó a que retomara la preparación de las oposiciones. 
Aunque estudiar me ayudaba a tener la mente ocupada, pensaba a menudo en el consuelo de la escritura, pero estaba como paralizada en ese sentido y después de la tragedia familiar, era lo de menos. Me centré en mi hija y su bienestar, tenía que aprobar las oposiciones para prosperar económicamente.
No quise tocar el dinero que Mario y yo habíamos ahorrado para el taxi nuevo y la licencia, sin ser un dineral, me daba seguridad  saber que podría disponer de él para los futuros estudios de mi hija.
Aunque pensaba mantenerla con mi trabajo, era mejor tener esa reserva "por si pasaba algo".
El miedo se había instalado en mi vida.

Continuará. 

2 comentarios:

  1. Ufff cómo es la vida , en un segundo te cambia por completo y tú mundo se tambalea, espero que salga del pozo y pueda recuperarse. Un abrazo amiga 🫂

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  2. Pues mira, tienes los próximos capítulos a puntito de publicar, así vas sabiendo que rumbo sigue Maribel. Besos Astrid.

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