jueves, 17 de julio de 2025

Mi otra yo. Capítulo 14.

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Entre mis muchos miedos, temía que Andrea se convirtiera en una adolescente de manual con sus altibajos y rebeldía, pero no sucedió de esa manera.
Desde siempre me hija había sido calmada y decidida al mismo tiempo, cuando tenía las cosas claras nada la hacía retroceder. Eso me gustaba, no la veía tan ingenua como yo había sido años atrás, y me parecía que la capa de seguridad que parecía envolverla la protegía.
Yo imaginaba que su idea de niña de ser enfermera se transformaría y que terminaría haciendo medicina y ahorré para pagarle la carrera, pero llegado el momento se matriculó en enfermería. Me sorprendía que desde bien pequeña hubiera tenido esa idea fija, ya sabemos, los niños y niñas hoy quieren ser una cosa y mañana otra, pero mi hija siempre lo tuvo claro.
Mientras ella inició sus estudios con ganas yo ya estaba instalada en la rutina. En el hospital era eficiente y buena compañera, pero hasta ahí. No me involucraba personalmente en nada más, no me interesaba. 
Había recuperado el hábito de la escritura, ya hacía un par de años que había terminado lo que llamaba mi primera novela "mala sangre". Me sentía orgullosa de ese texto que dormía en un cajón sin que nadie supiera de su existencia. A veces se me pasaba por la cabeza mandarla a alguna editorial, con el pensamiento de que cuando la descartaran se me quitaría la idea de que era buena. Pero luego me decía a mí misma que fuerte bobería, ¿para qué iba a hacer perder el tiempo a alguien leyendo mis tonterías?
 Y seguía escribiendo a escondidas,  recuperando ese sentimiento de poseer un poder propio, íntimo, intransferible. 

Cuando Andrea llevaba dos años estudiando enfermería, me vino con una noticia que me cayó como una bomba: estaba embarazada y había roto con el chico con el que estaba medio saliendo.
Me puse en plan madre: piensa bien lo que vas a hacer, eres muy joven, dejar los estudios ahora sería una pena, criar a un hijo sola no será fácil...
Ella me recordó que yo me había quedado embarazada a la misma edad, no pensaba dejar los estudios y lo de criar a su hija o hijo sin pareja no la iba a hacer cambiar de idea. Iba a ser madre y punto.
Aún cuando me parecía que se enfrentaba a un futuro difícil, no pude sino reconocer que tenía los ovarios bien puestos, eso la ayudaría en la vida. No dudé de que sería capaz de conseguir sus propósitos, pero era tan joven.... 
¿Qué podía hacer yo sino apoyarla?
Eso me dio fuerzas para enviar el original de "mala sangre" a una editorial. Como suponía que la rechazarían a las primeras de cambio, ya me encargaría de pedir turnos extras, los niños no vienen con un pan debajo del brazo. 


Continuará. 

 


2 comentarios:

  1. Cada vez me gusta más esta historia!! Me tiene muy intrigada el final, que pasará, logrará volver a ser feliz Maribel? Bueno toca esperar, que tengas una buena semana amiga 😘😘

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  2. Los mismos buenos deseos para ti Astrid. Y ya sabes, a seguir leyendo.
    Besos

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