jueves, 14 de agosto de 2025

Mi otra yo. Capítulo 22.

Ir a capítulo anterior.

 Me incorporé al trabajo al mismo tiempo que se publicó mi segundo libro.
Me costó menos de lo que esperaba volver al ritmo del hospital que tan bien conocía; mi hija Andrea se ocupaba de la niña y entregaba curriculums en residencias de ancianos, en centros de discapacitados, en clínicas privadas... estaba deseando trabajar y por supuesto ya se había apuntado en las listas de los hospitales públicos. Había demanda en enfermería, no tendría que esperar mucho para que la llamaran de un sitio o de otro, pero yo le decía que no se apurara, me daba pena que Ariadna siendo tan pequeña tuviera que ir a una guardería. En esos primeros meses pudimos compaginarnos, le salían contratos temporales de mañana en algunos centros privados y yo había conseguido que durante una temporada no me cambiaran el turno de tarde, perfecto para que pudiéramos seguir cuidando a la niña.
En esos meses Mario me tuvo perfectamente informada, "Mala hierba" se estaba vendiendo y mucho. 
Era evidente que la novela estaba gustando, mi hija en cuanto supo que había salido la compró y la devoró en pocos días. En el trabajo pasaba lo mismo, escuchaba al personal comentando el libro y según pude constatar gustaba por igual a la cardióloga que al celador. 
Será que la gente sigue con el morbo de no conocer quién la escribió, me decía a mí misma, no me cabía en la cabeza que realmente hubiera sido capaz de escribir algo que gustara tanto. Cuando se lo decía a Mario se enfadaba conmigo.
-Maribel, el don de la escritura se tiene o  no se tiene. Ni siquiera es algo que podamos atribuirnos como mérito propio, es algo innato. Y tú tienes ese don, le gustas a lectores de todas las edades y de diferentes extractos sociales, eso no se da normalmente con todos los escritores. Si dejaras de infravalorarte disfrutarías del éxito que no te atreves a mirar de frente. Tu anonimato ha servido para encender la curiosidad de la gente y eso vende, pero te tengo que recordar que no has hecho ningún tipo de publicidad que también vende, así que una cosa por la otra. Y mientras te decides a creer en ti, te digo lo de siempre: escribe, escribe, escribe.
Yo seguía en mi línea, alguna gracia tendría escribiendo, pero el burro había tocado la flauta dos veces, que se leyeran mis libros había sido una cuestión de suerte y punto. 
Mientras, la gente seguía especulando sobre mi identidad y no sé por qué, querer saber si yo era un hombre o una mujer seguía llenando espacios en los medios. 
Vale, me dije, me voy a probar, voy a cambiar de registro, daré un giro de ciento ochenta grados y  el próximo libro no tratará sobre mujeres malísimas, también le pediré a Mario que desvele que soy una mujer, si no vendo como ahora sabré que mi "fama" es fruto de la suerte y de la curiosidad ajena.
En esos meses no había escrito nada, en el turno de tarde era imposible y mi nieta ya no era una bebé que durmiera tantas horas, sus demandas eran diferentes y por las mañana me gustaba sacarla a pasear y al parque. Y lo cierto es que escribir se había convertido en una necesidad vital, tendría que buscar la manera de ponerme a teclear con ganas, mientras, mi cabeza comenzó a crear una nueva historia. 

Continuará.

Mi otra yo. Capítulo 21.

 Ocuparme de mi nieta durante su primer año de vida fue un regalo.
Pude dedicarle bastante tiempo a la escritura de "Mala hierba" que fue cogiendo forma a buen ritmo, hasta tuve tiempo para algo que había relegado por no encontrar el momento, me gustaba tejer y quise hacerle una mantita a la hija de Mario que no tardaría en nacer. Mi hija me preguntó que para quién era, para la nieta de una compañera de trabajo, improvisé. Aquella parte de mentirle no me gustaba, pero hasta a eso me acostumbré. 
Mientras Ariadna cumplía meses siendo una niña sana y risueña, "Mala sangre" siguió creciendo en lectores, pero no solo eso, el hecho de que fuera una novela anónima la hizo más atrayente, no era raro que hablaran de mi libro a cada rato, en la radio, en la tele... la gente hacía apuestas sobre si estaba escrita por una mujer o por un hombre. Se conjeturaban verdaderas tonterías al respecto, que si la había escrito una monja, que si había sido un asesino que estaba en prisión... Incluso salieron un par de pirados declarándose autores de mi libro y Mario como editor y único conocedor de mi identidad, tuvo que hacer un comunicado desmintiendo a los que pretendían subirse a un carro que no les pertenecía.
-No te preocupes Maribel, a mí no me cuesta nada hacer esos desmentidos y es una buena publicidad para tu novela. 
Mario me tranquilizaba y en el fondo estaba encantado con la repercusión de mi primer libro, siempre que hablábamos de lo que fuera terminaba con la misma cantinela: "escribe Maribel, escribe", pero mentiría si dijera que me apremiara para que le entregara un borrador, siempre supo darme mi espacio y respetar mis tiempos. Qué suerte que apareciera en mi vida. 
No yo misma sabía el motivo, pero la protagonista de la segunda novela que estaba escribiendo volvió a ser una mujer mala malísima, simplemente me dejaba llevar y escribía lo que se me apetecía. Era como entrar en trance y dejar que a través del teclado salieran las palabras que ni yo misma sabía que podía juntar con destreza, como si no fuera yo, como si alguien me poseyera durante el proceso de la escritura. Y mientras se producía esa magia yo me sentía viva, realizada, y hasta me empezó a gustar darle al teclado con ganas mientras mi nieta me regalaba su inocente compañía. 
Luego de esos estados casi místicos me obligaba a poner los pies en el suelo. Yo era una mujer de 41 años que tendría que volver a su trabajo de auxiliar de enfermería para mantener a su familia. 
Recordaba la forma trágica en la que había perdido a mi madre y a mi marido y me decía que la vida podía volver a ser puñetera, lo del éxito de mi libro era algo a lo que me aferraría siempre internamente, algo solo mío y que me estaba dando un respiro económico, pero tenía que ser realista, el burro no tocaría por casualidad la flauta una segunda vez. 
También me di cuenta de que echaba de menos el hospital, me gustaba mi trabajo. Aportar mi granito de arena con los enfermos aunque las/los auxiliares fuéramos "el último mono" era un buen incentivo vital.
Cuando mi nieta estaba a punto de cumplir su primer año, le entregué a Mario, como siempre en una cafetería, el borrador de "Mala hierba". 
-Mario, tenemos confianza, no dudes en decirme que es una porquería si así lo consideras, yo estoy más que pagada por haber disfrutado de mi nieta durante este tiempo y de que mi hija haya podido terminar sus estudios, aunque me apenaría que no siguiéramos con nuestros ratitos de charlas y nuestros cafés, eres un buen amigo. 
-Ahhh mujer de poca fe, seguro que el libro es otra bomba de relojería, pero en el peor de los casos si me estás entregando una porquería como tú dices, lo que de verdad importa es que para mí eres familia-.
Aquel "para mí eres familia" me llegó al alma y poco me importó que mi segunda novela pudiera terminar en una papelera. 

Continuará. 


jueves, 7 de agosto de 2025

Mi otra yo. Capítulo 20.

Ir a capítulo anterior.

Ni en el mejor de mis sueños hubiera imaginado la vorágine que se desató después de la tertulia televisiva donde hablaron, y mucho, de mi libro.
Mario todos los días me telefoneaba o quedábamos para tomar un café y ponerme al día sobre el recorrido fulgurante de "Mala sangre". La relación entre mi editor y yo se intensificó, yo había tenido muy pocas amigas y no podía ni nominar como tal a ningún hombre, pero a día de hoy puedo presumir de la amistad que Mario y yo forjamos. Nuestra relación trascendió a lo puramente laboral, y no sé por qué motivo, creo que ni él mismo lo sabe, comenzó a contarme su vida, a hacerme partícipe de sus intimidades familiares. 
Se había casado bastante joven y había tenido dos hijos, sus inicios en la editorial le exigían un tiempo que terminó robando a su familia. Él quería que a los suyos no le faltara de nada, sin saber ver que les negaba lo más importante, su presencia. Como en tantos casos parecidos, la mujer se hartó y pidió el divorcio. En la actualidad Mario, a sus 50 años, se había enamorado como un adolescente de Celeste, y ella, 20 años menor, estaba embarazada.
-Maribel, que voy a ser padre con 51 años, me va a dar vergüenza llevar a la criatura al parque, pensarán que soy su abuelo.- 
Han pasado 20 años y el concepto tradicional de familia poco tiene que ver con las muchas variantes que vemos hoy en día. En aquel entonces el solo hecho de sentirse escuchado por alguien era un bálsamo para las tribulaciones personales de Mario y yo me sentía apreciada por su confianza. Y después del largo inciso sobre mi relación personal con Mario, prosigo.
Mi libro "Mala sangre" se vendía mejor que bien y el que hablaran de él en la tele contribuyó a que se contagiara aquella fiebre que parecía haberle entrado a muchos por descubrir su autoría. 
Seguí el consejo de Mario y pedí una excedencia, de nuevo tuve que mentirle a mi hija y me inventé que me había tocado en la lotería una cantidad generosa que me permitiría estar un año sin trabajar. 
-Yo puedo cuidar de Ariadna mientras terminas tus estudios y ocuparme de los gastos, además, se me apetece estar a diario con la niña, el tiempo pasa volando y quiero disfrutarla ahora que puedo. 
Me compré un coche decente de segunda mano, cierto es que hubiera podido comprarme uno nuevo, pero aparte de que evitara llamar la atención, quería hacer un buen uso del dinero que estaba ganando, estirarlo al máximo, temía que la varita mágica que parecía haberme elegido cambiara de rumbo.
Mi hija inició su último año académico, mi nieta era una bendita y yo mientras la cuidaba, escribía en el flamante portátil que Mario me había regalado. "Mala hierba" estaba cogiendo forma. 
Al principio me dio reparo escribir delante de mi nieta, acostumbrada como estaba a no compartir mi secreto, pero era una bebé, me decía, ya volvería a mi soledad elegida para juntar palabras por escrito. A veces le leía en voz alta algún párrafo, y ella con la inocencia que me regalaba,  se quedaba plácidamente dormida. 
Cumplí 41 años y mi hija me entregó su regalo. Por el envoltorio se adivinaba perfectamente que era un libro, lo abrí y me encontré con "Mala sangre".
-Mamá, a mi me lo prestaron y me voló la cabeza, tienes que leerlo, es una pasada, todo el mundo está enganchado a su lectura. No te quiero influir, pero me encantaría comentarlo contigo cuando lo hayas leído. ¿Sabes qué no se sabe quién lo escribió? 
-Esta noche mismo empiezo con él, que me ha entrado la curiosidad. Y claro que lo comentaremos, faltaría más.
El entusiasmo de mi hija era sincero ¿y si Mario tenía razón y yo tenía el don de la escritura? 
Yo seguía sin creérmelo.

Continuará.


Mi otra yo. Capítulo 19.

 El primer mes después del nacimiento de mi nieta Ariadna pasaron tantas cosas que casi no pude asimilar los acontecimientos.
Para empezar, durante ese tiempo ejercí de madre y de abuela a tiempo completo y tan gusto. La niña estaba sana, bebía la leche materna con ganas y dormía a sus horas. Mi hija mostraba el agotamiento normal en esos casos,  pero la veía feliz con su niña y adaptándose a su nuevo rol de madre como si fuera la cosa más sencilla del mundo. Mi Andrea siempre fue así y yo estaba orgullosa de lo resolutiva que era.
Mientras, Mario telefónicamente me tenía informada sobre las ventas de mi libro dándome cifras que según él eran excelentes. Me citó de nuevo en una cafetería, quería tener una conversación cara a cara. No me hacía gracia mentir, pero le dije a Andrea que había quedado con una compañera de trabajo para tomar café.
Mario me recibió eufórico, me abrazó y me besó entusiasmado.
-No me equivoqué Maribel, estalló la bomba. Te he ido diciendo que las ventas eran buenas, pero no te he querido marear con lo demás por respetar tus tiempos con tu hija y tu nieta, pero ya toca que tengamos una conversación que te va a interesar. Se está hablando de tu libro y mucho, me llaman a la editorial intentando sacarme información, porque aparte de que la novela está gustando mucho, tienes a todo el mundo queriendo saber la autoría de "Mala sangre". Me he enterado de que en breve se emitirá en  televisión un coloquio, algunos escritores van a hablar de tu libro, pero me dejo cortar una mano a que el tema de tu anonimato va a ocupar buena parte de la tertulia. Y hazme caso, conozco bien este mundillo, todo el mundo se va a querer subir al carro y en nada tendremos como tema estrella tu anonimato en más programas y en otros medios. Eso hará que el libro que ya se está vendiendo bien, se venda mejor-. ¿Sigues escribiendo Maribel? Dame una alegría y dime que sí.-
Fui sincera y le dije que apenas me quedaban unos días para incorporarme al trabajo y que estaba preocupada, temía que mi hija por cuidar a su niña tuviera que dejar sus estudios. No tenía la cabeza para escribir. 
Mario no había terminado y siguió hablando.
-Maribel, si me dices que en un tiempo me entregas otro libro, ahora mismo te doy un adelanto que será considerablemente mayor que la primera vez. Si a eso le añades lo que vas a seguir ganando con "Mala sangre", puedes estar perfectamente un año sin trabajar, pídete una excedencia  y podrás ocuparte de tu nieta y de seguir escribiendo. 
Escribió una cantidad en una servilleta, esto sería el adelanto por un próximo libro -señaló- más lo que obtengas por las ventas del actual que seguramente después del programa de televisión aumentarán considerablemente. 
-No sé ni que decirte Mario, necesito tiempo para pensarlo, nos hablamos en un par de días.-
Salí de la cafetería levitando, ¿en serio aquel dineral? y sería sólo la primera entrega, más los beneficios por las ventas de "Mala sangre". Tendría que hacer cálculos, pero por encima pude intuir que me permitiría vivir un año sin trabajar en el hospital y que incluso quedaría una cantidad de dinero considerable, pensé en mi coche que se caía a cachos, por supuesto en la niña, que solo en pañales era un dineral mensual....
Como era de esperar, esa noche no pude dormir.

Continuará. 

jueves, 31 de julio de 2025

Mi otra yo. Capítulo 18.

 Ir a capítulo anterior.

Mi hija Andrea salía de cuentas a finales de julio, esa coincidencia con sus vacaciones estivales le venía bien, pensaba incorporarse cuando comenzara el curso para terminar sus estudios de enfermería. Yo había pedido el mes de vacaciones para finales de julio, ese primer mes estaba cubierto, pero me preocupaba el cuidado de la niña una vez que mi hija empezara el curso y yo ya estuviera trabajando. Le daba vueltas a la cabeza y Andrea me decía que no me preocupara, si tenía que ir a clase con la niña lo haría. 
Capaz la creía, a determinación no le ganaba nadie, pero existía un handicap, ¿quién se haría cargo de la niña cuando mi hija tuviera las prácticas en hospitales? La verdad es que me quitaba tanto el sueño, que el tema de la próxima publicación de mi novela quedó relegado a un segundo plano.
Mario me informó de la fecha de la presentación de mi libro, iba a ser en la sala de un hotel importante donde solían hacer ese tipo de eventos, pero con una diferencia, como no había autor o autora visible le tocaría a él hablar de mi libro. Lo normal es que acudieran periodistas y poco más y estuvo intentando convencerme para que yo acudiera, por supuesto, sin darme a conocer. 
Justo un par de día antes notaba a mi hija distinta, tenía otra cara y la panza le había bajado considerablemente. Tú das a luz antes de lo previsto, le dije convencida y justo el día de la presentación del libro nació mi nieta Ariadna. De alguna manera me convertí en abuela y madre a la vez.
Solo tenía ojos para mi hija y para mi nieta, una niña grandota y tranquila que se agarraba al pecho de su madre con ganas y durante un par de días ni contesté a las insistentes llamadas de Mario. 
Cuando le contesté al teléfono pude escuchar su largo suspiro.
-Por fin Maribel, me tenías de los nervios, ya estaba dispuesto a plantarme delante de la puerta de tu casa- Me disculpé, con el nacimiento de mi nieta ni hija me necesita a su lado y no tengo la cabeza para ocuparme de otras cosas.
-Me lo imaginaba, mira que coincidencia más bonita y entiendo que estés en lo que estás, pero te tengo que contar lo de la presentación. Luego te paso el vídeo, pero me muero de ganas de contártelo, resumiendo muchísimo, los medios creen que lo del autor/autora anónimo es una treta publicitaria, no creen que haya variado mi política de publicar solo a los escritores y escritoras consagrados. Los tengo a todos haciendo cábalas sobre la autoría de "mala sangre" y hacen apuestas, por supuesto están a tope leyendo tu novela, pretenden deducir quien ha escrito tu libro. Y lo mejor que le puede pasar a un libro cuando se publica es que lo lean unos cuantos, luego el boca a boca y la promoción de la editorial hacen el resto. 
Créetelo ya Maribel, tu libro es muy bueno y con el ruido que está haciendo por las deducciones de quienes buscan su autoría, te digo sin miedo a equivocarme que es una bomba de relojería a punto de estallar.
-Bueno, cuando lo vea lo creo, contesté incrédula. Gracias Mario y perdona, pero mi hija va a bañar a la niña por primera vez y quiero estar cerca por si me necesita. Ya seguiremos hablando.

Continuará.




Mi otra yo. Capítulo 17.

 Lo que es estaba sucediendo me parecía tan extraordinario, que me obligué a bajarme de la nube y a poner los pies sobre la tierra.
¿Qué mi  libro había gustado en una editorial? Vale, pero no me garantizaba que siguiera gustando una vez publicado. De momento tenía una cantidad de dinero que sin arreglarme la vida, venía como agüita de mayo para los gastos que se avecinaban. 
No me gustó mentir, pero no me quedaba otra, así que le dije a Andrea que cuando mi madre murió dejó en su cartilla unas cuantas miles de pesetas. No era una cantidad grande y decidí dejarla a fondo fijo que fue añadiendo ganancias durante casi veinte años. Me inventé que ese tipo de cuentas ya no funcionaban igual y que el banco me había invitado a volver a invertir en otro tipo de fondos, pero que  había decidido recuperar ese dinero. 
A mi hija le dijeron que venía una niña, la iba a llamar Ariadna y como coincidía la inicial, cuando lo supe busqué unas toallas que mi madre había bordado con una "A" en su día para Andrea y lo mismo con una sabanitas. Las lavé y planché con mimo, pero aparte de eso, mi hija que ya estaba cerca de los siete meses de embarazo no tenía nada para su hija. 
Me la llevé de compras, tómatelo como un regalo de la abuela, dije para justificar la procedencia del dinero. Compramos la cuna, el carrito, mantitas, sábanas, ropa, la bañera... Todo lo que la niña necesitaría en los primeros meses. Luego entramos en una tienda de informática y le dije a mi hija que eligiera un buen portátil, la tablet que utilizaba para sus estudios ya estaba pidiendo a gritos un relevo y para terminar le di una buena cantidad de dinero: compra lo que quieras para ti, aprovecha, que dentro de nada vas a tener otras prioridades, date un mimo, un capricho, lo que quieras, pero que sea solo para ti.
El día de compras me había dejado casi muerta, pero la alegría de mi hija compensó el cansancio. 
Me sentí orgullosa de satisfacer las necesidades primeras de mi nieta con un dinero ganado con mi escritura, y todavía me quedaba, luego vendría la segunda entrega cuando se publicara el libro. Bien, me dije, por lo menos cuando Andrea tenga a su niña no tendré que hacer turnos dobles para sacar más dinero y podré echarle una mano, que falta le va a hacer. 
Mario me llamaba de vez en cuando y me iba informando: cuanto faltaba para la publicación, en qué medios publicitarían mi novela... esas cosas y me animaba a seguir escribiendo.
-Maribel, tengo un pálpito que me dice que "mala sangre" se va a vender como rosquillas, mientras, mi consejo es: escribe, escribe, escribe. A veces pasa que cuando un autor o autora tiene éxito con su primer libro, sufre el "síndrome del impostor" y se bloquea. No dejes que te pase, escribe, escribe, escribe. 
La tablet vieja de mi hija se había quedado sin uso, yo sabía lo básico, encenderla, buscar lo que fuera y poco más. En un buscador tecleé "síndrome del impostor" y lo leí detenidamente.
Decididamente, Mario estaba como una cabra, me daba demasiada importancia, su pálpito, como él lo llamaba, estaba errado. Pero ese pequeño gesto de usar la tablet me hizo ver que me gustaría aprender más de informática. Todo el mundo lo decía, los ordenadores eran el futuro.  
Le dije a Andrea que me ayudara a aprender más cosas con su tablet, que pasó a ser mía, y a ratitos fui descubriendo lo rápido que podía escribir. Cuando estaba sola pasaba una especie de borrador que tenía manuscrito y que dentro de mi cabeza iba cogiendo forma de novela. 
Mala hierba, todavía no estaba escrita de verdad y ya tenía el nombre. Me sentía feliz.

Continuará. 

jueves, 24 de julio de 2025

Mi otra yo. Capítulo 16.

Ir a capítulo anterior.

Mario y yo tuvimos nuestra primera cita en un restaurante. 
Acudí nerviosa y me encontré con un hombre que rondaría los cincuenta años, bien vestido y aparentemente de trato fácil. Después de las oportunas presentaciones fue al grano.
Me explicó que se dedicaba a la editorial por su amor a la lectura, pero que tener que leer con ojos de editor, hacía que inspeccionara los libros susceptibles de ser editados con lupa, a la fuerza se tenía que fijar si eran buenos, malos, largos, cortos, pensar a que sector de lectores podía interesar y un largo etcétera de premisas que debía tener en cuenta, pero que con mi novela se había olvidado de su profesión y había recuperado sus ojos de lector. Habló de mi estilo fresco, de que no solo enganchaba por lo que decía, sino por como lo decía, en resumen, que estaba encantado con "mala sangre" y estaba dispuesto a publicar un libro de una escritora no conocida, aunque su editorial se dedicara a escritores consagrados.
Hizo hincapié en que cuando se publicaba un libro era muy importante promocionarlo, que los medios, la radio, la televisión, hicieran apetecible la lectura de esa obra, el primer empujón imprescindible para vender libros, que era lo que él hacía. 
A mí me estaba viniendo grande todo lo que escuchaba y no sé que resorte íntimo rozó Mario, pero me desnudé emocionalmente delante de aquel desconocido como antes nunca había hecho.
Así le conté que yo era una persona sencilla que no había hecho ni el bachiller, que había empezado a escribir desde niña para evadirme de la agresividad de mi padre. Le describí mi vida anodina, mi carácter retraído, el poco espacio que ocupaba en el mundo. Solo sabía escribir a escondidas, era lo único que me hacía sentir con peso propio, lo único que me hacía especial ante mis propios ojos. No renunciaría a ese poder que me permitía sobrellevar  la vida sencilla y de esfuerzos que me había tocado en suerte.
Mario después de escucharme atentamente quedó en silencio un buen rato. Bueno, me dije, al menos he conocido a alguien interesante y cuando hice el amago de despedirme, me pidió que esperara un poco más.
-Maribel, aunque vaya en contra de mis normas editoriales sigo queriendo publicarte. Es la primera vez que me enfrento a tu argumento, lo comprendo y lo respeto. Publicar con seudónimo es más que arriesgado, pero no sé, me estoy tomando esto como algo personal y no quiero que los lectores no puedan disfrutar de "mala sangre". Para que estés tranquila lo primero es hacer un contrato de confidencialidad en condiciones, si accedes publicamos tu novela y veremos que sucede. Hay que hacer una presentación del libro y en este caso yo, que soy la única persona que conoce tu identidad, tendré que ponerme al frente, si te parece bien, claro. 
Luego escribió una cantidad en un papel que me dejó alucinada, me pareció un dineral, pero cuando me explicó que sería la mitad de mis honorarios hasta que el libro viera la luz, tuve que esforzarme por cerrar mi boca asombrada. Y luego lo que las ventas del libro dieran, un tanto por ciento que a poco que se vendiera era dinero.
A los pocos días nos volvimos a ver en la misma cafetería, yo no iba a dejarme ver en la editorial, una de mis condiciones. 
Firmamos el contrato de confidencialidad y la cesión de mi libro para que se publicara.
La suerte estaba echada.

Continuará.